Si vas a Cuba, ve bien
La Lonely Planet describe Cuba de la siguiente guisa:
«Playas bañadas por el sol, automóviles clásicos, música legendaria y cigarros de fama mundial; Cuba no tiene parangón. El viajero disfrutará de la animada vida nocturna de La Habana y de la tranquilidad de las plazas de Holguín; además, se entusiasmará con los monumentos revolucionarios de la isla. Esta incomparable guía permite entrar en contacto con la auténtica Cuba».
Pero hay otra realidad más auténtica de la que se no hablan en esa guía ni en otras. Es menos visible. Por supuesto, los guías turísticos oficiales tampoco nos hablarán de ella. Es la de los cientos de presos de conciencia que se hacinan en las mazmorras del castrismo por defender la democracia; la de sus familias, que viven en condiciones deplorables y pasan innumerables apuros para llegar a fin de mes; la de los activistas de los Derechos Humanos que viven bajo el acoso del Gobierno; la de la emergente sociedad civil cubana, que cobra vida en bibliotecas independientes e iglesias apenas toleradas por el régimen.
Hablamos de miles de personas que sufren por el bienestar de su país, por hacer valer los derechos que ya tenemos en los países democráticos y por lograr una transición pacífica a la democracia. Miles de personas que padecen represalias por sus ideas y que viven todavía peor que el cubano medio.
Miles y miles de visitantes pasan cada año al lado de esta realidad, pero no la ven. Esos cubanos son invisibles para la mayoría. No han visto sus rostros.
Nuestro objetivo, al lanzar la primera guía turística y solidaria de un país, es precisamente ese: que los viajeros que van a Cuba vean esa otra realidad y se solidaricen con esas personas. De ahí el lema de nuestra campaña de promoción: «Si vas a Cuba, ve bien». Ve bien y verás todo lo que el Gobierno cubano trata de ocultar a los ojos del mundo. Ve bien y solidarízate con esos otros cubanos. De esa forma, el viajero conseguirá además ir bien.
La guía incluye algo de información turística sobre la Isla, con curiosidades de cada provincia y, sobre todo, copiosa y detallada información de contacto con los prisioneros políticos y sus familias, los activistas por los Derechos Humanos, las iglesias y las bibliotecas independientes. Una gran cantidad de información que el viajero solidario puede usar para apoyar a algunas de estas personas y enriquecerse como ser humano. Puede llevarles medicinas, libros, alimentos o ropa. Puede llevarles una sonrisa comprensiva y el aliento de saber que no están solos, que en España, a mucha distancia, hay gente que sabe que están sufriendo.
Así podrá ejercer la verdadera solidaridad, la que denota una firme adhesión a la causa digna y noble de otros. No la solidaridad mal entendida, que se adhiere a causas que no la merecen. Esa es la de todos aquellos que han sido o son solidarios con gobiernos dictatoriales como el cubano. Ya sean solidarios «ilusos», que piensan que el Gobierno cubano representa a los cubanos; «ideológicos», anclados nostálgicamente en la Guerra Fría; «fascinados» con la personalidad del dictador, como Steven Spielberg o García Márquez; «agradecidos» de estómago o de silencios; o quienes se adhieren al Gobierno cubano por el neocolonialismo de pensar que los cubanos no podrían gestionar una democracia. A todos ellos les recordamos que se adhieren a un Gobierno que reprime a los cubanos. Que se solidarizan con una pequeña élite de jerarcas militares que viven en la abundancia mientras la inmensa mayoría de sus compatriotas malviven en la extrema pobreza. Les decimos que se han unido a una causa injusta.
No deseo que estos soldurios de esa dictadura militar se suiciden cuando muera su caudillo, como hacían los soldurios ibéricos –los devoti– al perder a su señor –clientela militar y religiosa conocida como la devotio ibérica–. Lo que deseo es que vivan muchos años y se den pronto cuenta de que sus buenas intenciones –los que todavía las tengan– son dignas de mejor causa.
Quizás sean ellos los que se entusiasmen con los «monumentos revolucionarios de la isla», como dice la guía de Lonely Planet, pero el viajero verdaderamente solidario se entusiasmará al aliviar el sufrimiento de los que luchan pacíficamente por una Cuba democrática, o de los que tienen al esposo o al padre injustamente encarcelado por querer lo mejor para su país. Todas estas personas son los monumentos más valiosos de Cuba: obeliscos de dignidad, templos de decoro y castillos de coraje.
Autor: Ricardo Carreras Lario