La agroindustria azucarera cubana, que fuera la base de la economía durante siglos fenece lenta, pero irremisiblemente. Esta triste aseveración ha sido ratificada por los resultados de la zafra recién concluida, que debe estar en un entorno de 1,0-1, l millón de toneladas métricas, según estimados extraoficiales. Este volumen es aún inferior a la zafra del 2006 de 1,19 millón de toneladas; cantidad similar al 1,11 producido nada menos que en 1894, cuando Cuba era una colonia española.

Como consecuencia, la otrora gran azucarera mundial desde hace años se ha convertido en una significativa importadora de azúcar, en particular de Colombia y Brasil, para satisfacer su racionado consumo interno de alrededor de 700 000 toneladas anuales y cumplir contratos suscritos con anterioridad a las zafras. Así, en 2006 adquirió 250 000 toneladas de acuerdo a datos de la Organización Internacional del Azúcar, y el presente año se estima necesitará una cantidad semejante, con la consiguiente presión sobre la menguada disponibilidad de divisas.

Como puede apreciarse en la Tabla (del dibujo), donde se hace una comparación entre los indicadores de la zafra de 2006 y los relativos al promedio de las últimas 10 anteriores a 1959, no sólo ha existido una caída espectacular en la producción, sino también un impactante deterioro de la eficiencia, esencialmente en la producción por hectárea de caña cosechada y en el rendimiento en azúcar por cantidad de materia prima procesada industrialmente. Como resultado, con igual área a la
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cosechada en 2006 pudo haberse obtenido aproximadamente 800 000 toneladas métricas más de azúcar, sí la zafra hubiera sido efectuada con la producción de caña por hectárea y el rendimiento industrial base 96• promedios, del período señalado antes del triunfo de la revolución.

Por supuesto, si la comparación se realizara sobre la base de la eficiencia media actual de la industria azucarera a nivel mundial en los indicadores apuntados, denotaría que la ineficiencia de la industria azucarera cubana es aún mayor. Por ejemplo, la gran azucarera del mundo hoy, Brasil, tiene rendimientos de caña por hectárea de unas 70 toneladas, o sea 2,5 veces más que el de Cuba en 2006.

Sin embargo, lo más grave no es la caída de la producción azucarera en un país que llegó a producir más de 8 millones de toneladas en una zafra, ni los altos niveles de ineficiencia alcanzados en la producción de azúcar, sino que la agroindustria se quedó varada en el tiempo sin diversificarse, mientras sus competidores ampliaban el surtido de producciones en función de los movimientos de un mercado donde han surgido una sustantiva variedad de sucedáneos del azúcar, tales como los edulcorantes sintéticos y el sirope de maíz. De esta forma, la agroindustria nacional desarrollada por la ardua e inteligente labor de muchas generaciones ha colapsado por falta de previsión y una incompetente gestión.

Paralelamente, al tiempo que las áreas cañeras han disminuido drásticamente, y la mayoría de las capacidades de molida han desaparecido, países como Brasil que producía menos azúcar que Cuba hasta los años 60, continuó su desarrollo y hoy elabora alrededor de 30 millones de toneladas métricas de azúcar anualmente.

Además, Brasil, junto a otros productores, puso en marcha una amplia diversificación de los productos de la industria, entre ellos el etanol, un combustible renovable y menos agresivo con el medio ambiente, con una producción cercana a los 18 millones de litros anuales; la cogeneración de energía eléctrica, entregándose importantes asignaciones al sistema electro energético con altos beneficios y subproductos como materiales de construcción, alimentos para el ganado, productos químicos y una amplia gama de otros artículos. Política que permitió la independencia de la agroindustria de la monoproducción azucarera, convirtiéndola en una actividad significativamente rentable y con grandes perspectivas de ulterior desarrollo con las nuevas
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tecnologías, en estos momentos en fase de perfeccionamiento, para la utilización de la celulosa del bagazo para la obtención de etanol.

Una de las principales tareas que tendrá que acometer Cuba en la etapa post-totalitaria será la reconstrucción de la industria azucarera, que nuevamente podrá servir para el autoabastecimiento del dulce y la creación de excedentes exportables. No obstante, la concepción que deberá marcar esta nueva época deberá estar enfilada hacia el desarrollo de los derivados, muy en especial la elaboración de alcoholes especiales y el etanol para combustible, sin olvidar todas las posibilidades que esta gran industria pudiera proveer. Sin duda alguna, en la nueva Cuba democrática que se avizora, la agroindustria cañera tendrá un papel relevante para beneficio de todos los cubanos.

La Habana, 29 de Agosto de 2007

Autor: Oscar Espinosa Chepe