Durante todo el año, la presencia del comandante se ha mantenido a través de unos artículos supuestamente escritos por él y que aparecen bajo la rúbrica de Reflexiones. Todo, sin embrago, está bajo el manto de la duda.

Raúl Castro, a quien Fidel delegó el poder al estilo de una monarquía, si bien ha hecho pocas declaraciones públicas, las ocasiones en que ha hablado ha provocado que se especule sobre cuál será el estilo de su gobierno. Muchos lo consideran un hombre más pragmático, simpatizante del modelo comunista chino. Recordemos que en la época soviética se decía que era pro soviético, algo que él mismo afirmara en ocasión de los sucesos del caso en torno al general Arnaldo Ochoa.

Lo que sí todos conocen es que es un tipo cruel, responsable de incontables fusilamientos y que siempre ha sido un fiel seguidor de Fidel Castro… Sin embargo, esto no significa que ante la presión de la realidad, y conociendo que inspira menos respeto y temor que su hermano, trate de llevar a cabo algunos cambios cosméticos con el fin de ganar tiempo pero tratando de todos modos de garantizar que el poder de la cúpula del Partido Comunista se mantenga en la isla.

¿Qué ha hecho Raúl en este tiempo en que ha sido el gobernante interino de Cuba? Pues decir que los cubanos deben tomar leche, que los campos de Cuba están plagados de marabú, y ha convocado a reuniones populares pidiendo a las gentes que hablen sin miedo. Sin embargo, en cuanto a esto último, se ha cuidado de aseverar una y otra vez que la revolución no será destruida jamás, que las críticas no deben ser antagónicas y deben decirse en el momento y en el lugar oportunos. Es decir, esto no es más que una versión más actual de la frase del tirano en jefe de principios de los sesenta: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada.”

No podemos decir, sin embargo, que en la cúpula del régimen cubano no existan quienes están convencidos de que aquello es un gran disparate y que los cambios son necesarios. Negarlo sería poco realista, pues comprender el fracaso del sistema cubano es un asunto de sentido común.

Pero los intereses creados en las actuales condiciones, en las que en medio del desastre y las penurias que sufren los cubanos existen una cúpula de privilegiados, también significa que los cambios que estos “reformistas” puedan promover, pueden estar encaminado a brindar alguna mejoría a los cubanos sin que ello realmente implique el establecimiento en la isla de un estado democrático de derecho en el que sean respetados los derechos humanos.

Ese es precisamente el modelo chino y vietnamita por los que se le atribuyen simpatías a esos supuestos reformistas que en la realidad, hoy mismo no puede afirmarse quiénes son y qué poder real tienen dentro del régimen sin caer en puras especulaciones. No olvidemos ni por un momento que lo que demuestra que el régimen no ha cambiado su naturaleza es su carácter represivo. En los últimos meses y semanas, hemos podido ver como la represión contra el movimiento democrático cubano lejos de cesar se acrecienta.

Se ha visto en los actos de repudio de los que han sido víctimas las Damas de Blanco; los bochornosos atropellos a los que fueron sometidos unos pocos opositores y disidentes que acudieron a un parque en La Habana, convocados por el doctor Darsy Ferrer para celebrar el día de los derechos humanos.

Conocemos de las noticias que casi día a día llegan de la isla de los maltratos a los que son sometidos los presos políticos en las cárceles. Las detenciones arbitrarias, las condenas por Peligrosidad a disidentes pacíficos. Eso en Cuba no ha cambiado y está muy lejos de existir mejoría. Esto dice mucho de lo que es el régimen que hoy dirige Raúl Castro.

En Cuba, podemos afirmarlo, las cosas cambian, y cambiarán, pero lo que se ha ganado ha sido porque el pueblo cada vez está más cansado y pierde el miedo a decir lo que piensa. Si hoy los cubanos se expresan más libremente no es porque exista una apertura; es como hemos dicho, que ya el pueblo no aguanta más. Cuando Raúl convoca a que los ciudadanos se expresen sin miedo, lo que hace es una jugada para mantener las críticas bajo control y dar la apariencia de que ahora la gente puede hablar, pero es falso, pues los cubanos cada vez más ya hablaban con menos temor.

Y no es que el aparato represivo no esté presente. Al contrario, lo está y esto es tal vez lo único que funciona con eficacia en Cuba. Pero a millones de ciudadanos no se pueden encarcelar. Cuando las Damas de Blanco han ganado el espacio de marchar por las calles de La Habana, tampoco es porque la tiranía sea más tolerante.

Ahí están las turbas que les organizan para que las insulten y las agredan, solo que conocen que en la realidad ya el pueblo las admira y respeta y encarcelarlas tendría un costo político que no les reportaría ninguna ganancia; como no les reportó encarcelar a 75 disidentes en abril del 2003 pues la oposición y el periodismo independiente hoy son muchos más extendidos y fuertes.

Y son ellos los reales y reconocibles factores de cambio en Cuba, los demócratas dentro de la isla, a quienes hoy más que nunca se deben apoyar de todos los modos y por todas las vías posibles. Ellos cada vez trabajan más por acercarse al pueblo a pesar de la falta de medios que tienen. Puede decirse que casi en cada municipio de Cuba existen miembros de la disidencia y la oposición que trabajan por la democratización del país. Ellos tienen rostro, son identificables, son los cubanos que realmente luchan por el cambio y es a ellos a quienes se debe redoblar el apoyo.

Los reformistas del régimen pueden existir, pero esos tienen tantos intereses como también temor, pues saben que el precio que pueden pagar por promover una política que los duros sientan que ponen en peligro la revolución, que en realidad es decir la dictadura, les costaría muy caro. Por ello solo en la medida en que el movimiento opositor sea más fuerte, en que el pueblo y quienes luchan realmente por la democracia estén más cercanos, serán posibles cambios reales en la isla. Incluido por cierto el paso de los supuestos reformistas encubiertos e irreconocibles a disidentes abiertos e identificables.

En ese sentido las campañas “Yo no coopero con la dictadura”, “Yo sí quiero el cambio”, “Con la misma moneda”, entre otras, son fundamentales y demuestran que amplios sectores de la oposición adoptan métodos de lucha pacífica que los vinculen al pueblo. También son de suma importancia los movimientos juveniles que han surgido y que promueven autonomía universitaria. Ellos son hoy el camino visible a la democracia en Cuba.

Fortalecer su lucha empujará más a aquellos que en el régimen puedan ser reformistas. Cuba, debe transitar a la democracia verdadera. Todos queremos para nuestros compatriotas mayor bienestar, pero solo la libertad y la democracia plena pondrán a Cuba en el camino de la verdadera prosperidad que merecemos los cubanos.

Autor: Osvaldo Alfonso Valdés (publicado en Misceláneas de Cuba)