Esto se basa en lo expresado por el General Raúl Castro el pasado 26 de julio, cuando reconoció la gravedad de la situación económico-social imperante, con salarios insuficientes y una agricultura en estado calamitoso; refiriéndose, además, al posible inicio de cambios estructurales y de conceptos en la economía cubana.

Ese discurso se debatió posteriormente en las organizaciones de base del partido comunista y otras organizaciones, donde según ha sido informado se hicieron más de un millón de planteamientos de cambios y críticas. Paralelamente, en los últimos meses, muchos intelectuales, incluidos algunos con fuertes vínculos oficiales, han reconocido la necesidad de ejecutar los cambios, llegándose a subrayar el indisoluble nexo existente entre los conceptos de socialismo y democracia, a la vez de señalar la necesidad de promover una cultura del debate en un marco responsable y civilizado, donde todos los ciudadanos tengan la oportunidad de formular sus ideas sin cortapisas.

A ello se refirió también Raúl Castro durante su visita a Santiago de Cuba, a mediados de diciembre, pero recalcando que las opiniones deben ser expresadas de forma adecuada en el lugar y momento oportuno, lo cual muestra la intención de que no se salgan de los cauces fijados.

Desde los puntos de vista económico, social, demográfico y de valores humanos, la acumulación de problemas ha llegado a un nivel insostenible en la sociedad cubana. Si no ha estallado ha sido por la aparición de un nuevo patronato, esta vez procedente de Venezuela que con sus petrodólares la ha apuntalado; situación que en modo alguno es segura por sustentarse en una coyuntura de altos precios del petróleo, una materia prima básica, y de un hecho político acontecido por la ascensión al poder del Teniente Coronel Hugo Chávez. Factores, ambos, no totalmente fiables como lo apunta la experiencia del referendo efectuado a principios de diciembre en ese país.

Por otra parte, en Cuba con el mito máximo de la revolución seriamente enfermo y una población agotada de escuchar falsas promesas y de un socialismo inexistente, el consenso político se ha resquebrajado, lo cual se aprecia en cualquier esquina por los comentarios de desaliento y ausencia de fe en el futuro de un sistema disfuncional.

Evidentemente, los cambios son imprescindibles para liberar las reprimidas potencialidades económicas del país, a fin de permitir la elevación del nivel de vida de la población y terminar la prolongada crisis polifacética imperante desde hace muchos años.

Por todo ello, las manifestaciones del General Raúl Castro y de intelectuales vinculados al gobierno, así como artículos publicados en la prensa oficial cubana con opiniones sobre la necesidad de resolver ingentes problemas, han estimulado esperanzas entre la población de que en el 2008 se inicien cambios graduales en la economía y la sociedad cubana en general, que enrumben el país hacia el progreso y lo saquen del actual marasmo.

No obstante el cauteloso optimismo sobre futuras transformaciones, también existen signos contradictorios que podrían indicar la resistencia de algunos elementos dentro del gobierno y el partido comunista a los cambios para preservar el poder absoluto mantenido por decenios. La forma como se han preparado las elecciones del Poder Popular es idéntica a la utilizada en los anteriores procesos, caracterizados por mecanismos absolutamente antidemocráticos, donde no hay verdadera selección sino la imposición de candidatos.

Al mismo tiempo, los prisioneros de conciencia y políticos pacíficos continúan en las cárceles en condiciones inhumanas, a pesar de que los planteamientos de Raúl Castro son similares a los formulados por ellos durante muchos años. En adición, los medios continúan sus campañas de calumnias contra los defensores de los derechos humanos y la democracia en Cuba.

Los inmensos aparatos represivos siguen persiguiendo a los disidentes pacíficos, y listos para acometer una nueva asonada de alto vuelo. Todo ello contradice los anunciados debates e intercambios libres de ideas anunciados.

Debe subrayarse que la dirección provisional del gobierno con sus anuncios de posibles cambios ha creado una gran expectativa en la sociedad, que espera medidas liberadoras de la asfixia existente, pero si este proceso no se materializa en hechos concretos y efectivos devendría en un nuevo engaño. La frustración resultante sería inmensa y con consecuencias impredecibles, teniendo en cuenta que el clima político se ha transformado radicalmente. Si las fuerzas inmovilistas y conservadoras logran nuevamente paralizar el proceso de cambio, la respuesta popular puede ser insospechada y conducir a la desestabilización del país. Un escenario indeseado por todo aquel que se sienta responsable por su destino.

Autor: Óscar Espinosa Chepe