Las fiestas navideñas han pasado, y con ella las reuniones familiares, las comilonas y los regalos. Para muchos españoles ésta que acaba es la época más bonita del año, no en balde las calles se engalanan y pocos son los hogares donde un belén no ha presidido el salón. En Cuba, las celebraciones navideñas, prohibidas por Fidel Castro desde su llegada al poder en 1959 hasta la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, se han vivido de forma muy distinta. Ha sido una época de enorme carestía y dolor –como el resto del año– pero también de esperanza.

El cubano medio carece de teléfono móvil, de automóvil, de acceso a Internet y de libertades. Dispone de una cartilla de racionamiento que sólo aporta la mitad de sus necesidades calóricas mensuales; y muy poca carne. Su sueldo medio de 10 euros al mes tampoco le da para muchos regalos. A pesar de todo, y aunque las calles de las ciudades cubanas no han estado apenas iluminadas, la esperanza brilla en los corazones de los cubanos. La resignación y la pobreza han tratado de espantar el espíritu navideño, pero no lo han logrado. Han soñado estas navidades con un país próspero y en libertad, con un futuro en democracia. Anhelan juntarse con los familiares que ya no están en la isla. Aspiran a los derechos que gozamos en España y en otros países. Esperan una transición pacífica a la democracia también en su país.

Si esto es así para el cubano medio, los presos de conciencia, sus familiares, y todos los que promueven la democracia y los derechos humanos en Cuba les ha llegado de forma especial el espíritu navideño.

Katia Martin es periodista independiente y una de las dirigentes de la agrupación de mujeres rurales FLAMUR. El hecho de expresar opiniones propias le acarrea amenazas y hostigamiento. Su esposo Ricardo, reverendo protestante, estuvo encarcelado. Pero estas navidades sueña con que un día los cubanos puedan comprar bienes y servicios con la misma moneda en la que reciben sus sueldos, como ocurre en cualquier parte del mundo. Para eso su organización recientemente juntó y presentó ante la Asamblea Nacional más de 10,000 firmas que piden esta reforma monetaria, para que el peso cubano vuelva a tener valor.

La Dama de Blanco Laura Pollán vivió en marzo de 2003 cómo se llevaban de su domicilio a su esposo, el escritor y periodista Héctor Maseda. Desde entonces Laura no ha dejado de luchar por su libertad. Estos días soñará con tenerlo de nuevo libre a su lado. Héctor, por su parte, además de amar a Laura sobre todas las cosas, ama a Cuba tanto como a la libertad y a la verdad. Paga, por su amor a las tres últimas, una injusta condena de 20 años en la Prisión Provincial de Agüica, Colón, Provincia de Matanzas. Pasará las fiestas en su estrecha celda, con un menú que no se podría comer ningún preso español; nuestras cárceles son un hotel de lujo al lado de las cubanas.

Berta Soler, también lleva casi cinco años separada injustamente de su marido, el prisionero de conciencia Ángel Moya. Berta tiene que hacer de madre y padre de dos hijos adolescentes que a diario le preguntan el porqué de la ausencia de su padre. A los Reyes le ha pedido que suelten a su esposo de una vez. Ángel mientras tanto seguirá sufriendo en prisión.

Gloria Amaya, una valiente mujer de casi 80 años, ha tenido que padecer la separación de tres de sus hijos, encarcelados por promover una transición pacífica a la democracia en Cuba. Dos de ellos siguen en prisión y un tercero tuvo que exiliarse junto a su familia. La esperanza que brilla en los vidriosos ojos de Gloria, de cuerpo frágil pero alma robusta, es poder ver de nuevo un día a sus hijos en libertad, junto a ella y el resto de su familia, antes de que sus cansados ojos se cierren para siempre. Así se lo cuenta a los viajeros solidarios que se desvían de las rutas turísticas para visitarla y apoyarla.

Acordémonos en estas fechas de todos ellos, del cubano de a pie y de los que sufren por promover lo mejor para su país. Todos ellos, lejos de nuestros turrones, copas de cava y luces callejeras, carecen de pan y libertad. Ojalá se cumpla en el 2008 el sueño de Laura, Berta, Gloria, y de millones de cubanos que anhelan prosperidad, libertades y una transición pacífica a la democracia.

Autor: Ricardo Carreras Lario