La «blogger» más valiente del mundo
Yoani es una treintañera graduada en filología que vive en Cuba con un esposo un par de décadas mayor que ella y un hijo de doce años. De chica, sus padres la enviaron a una escuela rural revolucionaria, donde se convirtió en «pionera». Más adelante, se graduó en filología, pero no pudo continuar su carrera académica debido a que su tesis sobre la dictadura en la literatura latinoamericana sonaba a crónica cubana. Ella y su esposo procuran sobrevivir ofreciendo pequeños servicios a los turistas.
Para colocar sus textos, Yoani acude a cybercafés en hoteles reservados para turistas; los conserjes le permiten ingresar debido, probablemente, a la pinta de niña inocente que tiene. Una vez sentada ante el ordenador, descarga rápidamente los textos en el «blog» desde una tarjeta de memoria. La bitácora funciona a partir de un servidor en Alemania.
Dado que sólo 200.000 cubanos —de un total de 11 millones— tienen acceso a Internet en la isla, no queda claro cuántos de sus compatriotas leen la insolente bitácora. Pero parece que son muchos. Además de usuarios legales, la mayoría empleados del gobierno e investigadores oficiales, existen incontables conexiones clandestinas a Internet en hogares de todo del país. La bitácora de Yoani se ha vuelto tan popular dentro y fuera de Cuba que recibió 1 millón doscientas mil visitas sólo en febrero.
Da una pauta de su popularidad lo rápido que se difundió la noticia de que el gobierno había bloqueado el acceso a la bitácora la semana pasada: «Puede parecer increíble», escribió, «que con tan limitado acceso a la Internet los cubanos hayamos notado tan rápidamente el presellado de estas páginas, pero así fue. Después de varios avisos de lectores nerviosos, me fui a un ciberlocal público y comprobé –por mí misma- la censura».
Resulta irónico que el asalto del poder haya tenido lugar precisamente cuando Raúl Castro está levantado las restricciones que pesaban sobre la venta de computadoras, reproductores de DVD y teléfonos celulares. Después de todo, el propio hermano de Fidel Castro ha venido alentando a los cubanos a debatir abiertamente los problemas (razón por la cual, en un famoso incidente que puede verse en YouTube, Eliecer Avila, estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas, encaró al jefe de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, a propósito de la prohibición de viajar al exterior. Con cara de piedra, Alarcón explicó que hay 6 mil millones de personas alrededor del mundo y que sería imposible que todas ellas volasen al mismo tiempo).
La bitácora de Yoani, cuyo nombre, «Generación Y», alude a la moda de poner nombres que contienen la letra «Y», ha respondido al desafío con su estilo acostumbrado: «Los anónimos censores de nuestro famélico ciberespacio han querido encerrarme en el cuarto, apagarme la luz y no dejar entrar a los amigos.… Sin embargo, la reprimenda es tan inútil que da pena y tan fácil de burlar que se trueca en incentivo».
Lo que sin duda ha puesto nervioso al régimen no son tanto sus ataques contra los hermanos Castro como su corrosiva descripción de la vida cotidiana: cómo los cubanos inscriben a sus vacas como si fueran bueyes para evitar la obligación de venderle la leche al Estado; cómo la gente cobra sus salarios en pesos cubanos inservibles y tiene que obtener en el mercado negro los pesos convertibles reservados para los turistas a fin de poder comprar jabón y cómo las tímidas reformas puestas en práctica por Raúl Castro no representan nada más que la legalización de las violaciones cotidianas facilitadas por una tecnología global que escapa a su control. En su «blog», Yoani afirma, burlándose de la lentitud de las reformas, que la tostadora llegará en «dos años más» y que «a este ritmo, las antenas parabólicas nos llegarán a mediados de siglo y mis nietos conocerán, en su adolescencia, el GPS».
¿De dónde saca tanto coraje esta mujer? Una pequeña anécdota de un texto reciente colocado en su «blog» contiene, quizás, la clave. Refiriéndose a un festejo familiar con motivo de la Pascua, se lamentaba de que hubiese una silla vacía por un familiar desaparecido: Adolfo Fernández Saínz, uno de los 75 periodistas independientes encarcelados desde hace cinco años. Y expresaba la esperanza de que nadie merezca la frase que la espetó su pequeño hijo cuando supo de aquellas detenciones: «»Entonces, ustedes siguen libres porque son un poco cobardes».
Autor: Álvaro Vargas Llosa (publicado en Proyecto ProCubaLibre)