Hambre bajo los escombros
El huracán Ike destruyó Puerto Padre hace 14 días transformando la ciudad en un montón de escombros que todavía hoy bloquean las calles. Los estibadores del almacén municipal de harina cazaron dos hermosas ratas que se paseaban frente a su establecimiento averiado. Todavía no hay agua potable ni fluido eléctrico, escasean los alimentos y mucha gente duerme bajo las estrellas. Hay mosquitos y quizás habrá fiebre.
Al paso del huracán, el gobierno fue sometido a duras críticas por los ciudadanos, que pusieron en tela de juicio su pobre accionar, lo que ocasionó pérdidas de alimentos y materiales de construcción. Se habló de destituciones, pero luego fueron desmentidas.
Según un funcionario de la emisora local, los detractores del gobierno fueron alentados por el enemigo, pero CUBAENCUENTRO.com pudo constatar que las críticas precisamente más corrosivas provenían de viejos comunistas. Hay hechos de vandalismo y corrupción, existe inercia, decenas de metros de cables telefónicos han sido robados y no es raro que quienes están en posesión de recursos entren en componendas.
El montón de escombros del almacén municipal de café, que el martes 9 de septiembre fuera visitado por el primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, José Ramón Machado Ventura, permanece bloqueando la calle Vicente García, en la misma situación que cuando el jerarca dio la espalda.
La semana pasada, el perro del señor Horacio Rodríguez tironeaba de unas tripas arrojadas sobre los escombros. Al mal olor acudirán las moscas, y las moscas transportarán bacterias a las viviendas desguasadas. A los evacuados se les pide que retornen a casa. La casa suele ser unas paredes cubiertas con unas pocas planchas de «fibrocem».
´¡Hombre, hombre, acércate!´
«Soy una madre soltera, y con mi mamá a mi cuidado. El ciclón le llevó el techo a nuestra casa, pero ahora quieren que regresemos a ella, a cubrirlo con cuatro o cinco planchas de fibrocem. En esas condiciones de aquí no nos movemos; no queremos esto, pero tiene que haber otra solución», dijo Ana, una dependienta de comercio.
Ella forma parte de una de las tantas familias que, al paso del huracán, se refugiaron en cinco edificios construidos para los médicos que cumplen misiones fuera del país. Pero tampoco allí la vida es fácil para las víctimas.
Uno de estos anocheceres, el corresponsal de CUBAENCUENTRO.com acertaba a pasar frente a uno de esos edificios cuando escuchó la voz de una niña: «¡Hombre, hombre!», gritaba la chiquilla. Al volverse vio a una anciana haciéndole señas desde el portal: eran la hija y la madre de Ana. Hacía cinco días que vivían de lo que podían conseguir en la calle.
Varios países están haciéndole llegar ayuda a Cuba, pero no es suficiente. Otros quieren ayudar y no se les permite. Tal parece que quienes se interponen entre la ayuda humanitaria y las víctimas se encuentran tan alejados de la realidad que no escuchan las voces de niñas como ésta cuando dicen: «¡Hombre, hombre, acércate!».
Autor: Alberto Méndez Castelló (publicado en CubaEncuentro)