El régimen cede ante la presión interna
Diario de Cuba
El anuncio de la excarcelación de medio centenar de presos políticos se debe a acciones emprendidas por la oposición política interna, a gestiones de la Iglesia Católica local, a la intercesión diplomática extranjera y a la presión de los medios de prensa internacionales.
La muerte en huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, el ayuno total iniciado al otro día de esa muerte y sostenido durante 135 días por Guillermo Fariñas, así como el anuncio de relevos en una campaña de huelgas, han sido el detonante de una escalada que ha hecho, al final, adoptar algunas medidas al régimen cubano.
La violencia ejercida contra las Damas de Blanco, en especial durante el mes de abril, obligó a la Iglesia a declararse en contra de los actos de repudio organizados. Durante varios domingos estas mujeres fueron acosadas a la salida de la iglesia de Santa Rita, y fuerzas policiales pidieron documentación a todos los que entraban al templo, lo cual llevó a las Damas de Blanco a pedir la intercesión de la Iglesia Católica.
Las autoridades atendieron a una petición de diálogo del cardenal Ortega Alamino y, luego de un período de tanteos, han salido de prisión los primeros beneficiarios de esas conversaciones. El resto de las excarcelaciones se producirá a lo largo de los próximos cuatro meses, en un goteo que busca multiplicar los titulares periodísticos en alabanza del «gesto» del régimen, pese a que esa dilación ponga en riesgo la vida y la salud de muchos de esos prisioneros.
Aún cuando sea cumplido el compromiso anunciado, no se beneficiarán de ello todos los presos por motivos políticos, ascendientes a 167, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos. No queda claro si las salidas de prisión estarán condicionadas a la partida forzosa del país, lo cual equivaldría a un cambio de sentencia, a la deportación. Y sería importante aclarar también si la causa de cada uno de los prisioneros liberados va a considerarse cerrada o, como en casos anteriores, quedarán en régimen de licencia extrapenal. Es decir, pendientes de una causa y expuestos a ser encarcelados de nuevo sin recurso alguno.
Urge preguntarse por el destino de cualquiera de estos prisioneros que, salido de la cárcel, decida quedarse en Cuba y continuar allí la defensa de sus opiniones. ¿Va a encargarse el Estado, como único empleador, de la reinserción laboral o profesional de ese ciudadano? ¿Se ocuparán las autoridades de garantizar un marco donde no sea sancionable la expresión en público de sus opiniones, y donde éstas puedan valer como alternativa política?
Interrogantes como las anteriores demuestran que, más que la transacción por determinados casos, lo que se impone, y no a largo plazo, es la discusión acerca de un estado de cosas que permite liberaciones incompletas de presos, canjes de individuos que no tendrían que ser encausados judicialmente, y represiones selectivas donde unos salen de la cárcel para que otros entren por idénticas razones.
Mucho se ha escrito por estos días acerca de la posición del cardenal Ortega Alamino y la Iglesia Católica de Cuba. Se ha discutido, sobre todo, la legitimidad de esa iglesia para constituirse en uno de los interlocutores de un diálogo nacional y representar a una oposición política que ha propiciado, con su resistencia, estas conversaciones.
Sin restarle importancia a tales precisiones, sería más provechoso conseguir que la Iglesia Católica se comporte (si acaso no lo es ya) como una verdadera representante de quienes reclaman cambios en la Isla. Pues, entre las dos partes sentadas a la mesa del diálogo, es ella la más influenciable.
Lo que empezó como una gestión oficial del cardenal Ortega Alamino a petición de las Damas de Blanco, tendría que ir a más, si es que la Iglesia está dispuesta a responder a las necesidades de la nación. Quedaría demostrado así que su actuación no va encaminada a conseguir ventajas propias, sino a servir a los cubanos. Y un primer paso a dar, dentro de los temas ya discutidos, sería abogar por que las excarcelaciones prometidas ocurran de inmediato.
Por su parte, la política de otros países hacia La Habana no ha de depender de un nuevo episodio en la suma de excarcelaciones masivas. Sobre todo, porque el sistema está diseñado para reproducir, en poco tiempo, escenarios similares. El régimen cubano juega sucio y se aprovecha de la renovación democrática del resto de los países. Se aprovecha de que ya no está en ejercicio la totalidad de los gobernantes que participaron, con las mejores intenciones, en el timo político de las excarcelaciones anteriores.
Resulta difícilmente compartible, por ello, el optimismo del canciller Miguel Ángel Moratinos cuando anuncia, a su regreso de la Isla, la voluntad de Raúl Castro de «seguir avanzando en un proceso de reformas económicas y sociales». Y sería deseable que la gestión del ministro español se encaminara, no tanto a alcanzar un cambio de la Posición Común europea, como a un compromiso con ese proceso de reformas supuestamente formulado por su interlocutor en La Habana.
Guillermo Fariñas ha declarado posponer su huelga, no suspenderla. Laura Pollán ha anunciado que «mientras quede un preso político habrá Damas de Blanco». Félix Bonne Carcassés ha aceptado iniciar un ayuno en caso de que Fariñas muera. Reina Luisa Tamayo, madre de Orlando Zapata Tamayo, resiste al acoso de que sigue siendo objeto. Periodistas independientes y blogueros notician y dan voz a todos ellos fuera del país.
Los distintos actores de la oposición, que han dado origen a las recientes acciones del régimen, no reducen sus reclamos a uno u otro episodio. Y la Iglesia Católica de Cuba y el gobierno español, así como otros gobiernos, tendrían que apoyar la lucha de estos.
El general Raúl Castro haría bien en dar paso a los cambios, y asumir las promesas con que ha disimulado la inacción de su gobierno. Cuba necesita cambios con urgencia.
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Las Damas de Blanco
Autor: Diario de Cuba