Labordeta, Castrodamus y una isla que ponga libertad
La voz libre
La biología a veces no es justa. Se nos muere el cantautor, y se recupera el dictador.
Discrepo de José Antonio Labordeta, intelectual y poeta, escritor y cantador. Pero reconozco su valía como persona.
Labordeta fue activista a favor de la democracia cuando tocaba, no retrospectivamente y a toro pasado, como algunos de los que ahora se declaran antifranquistas y en su momento no hicieron nada por traer la libertad política a España.
Ya de mayor encabezó las listas al Congreso de un partido nacionalista, a pesar de ser internacionalista. Por su prestigio, consiguió llegar a las Cortes, donde ´el abuelo´ estuvo de prácticas ocho años.
Como era de esperar, Labordeta era en el parlamento un pez rodeado de pájaros.
Se sentía, en sus propias palabras, un beduino. Que atravesó solo el desierto de nuestra árida partitocracia, rodeado de tuaregs. Quizás esos pozos envenenados fueron los que le fastidiaron la próstata.
Nos iría mucho mejor si en el Congreso hubiera más gente como Labordeta -al margen de sus ideas- y menos profesionales de la política que no saben hacer la o con un canuto.
Por su parte, a unos miles de kilómetros de distancia, el viejo dictador Fidel Castro se recupera. El Convaleciente en Jefe vuelve a dar anacrónicos discursos verde olivo.
Aunque el poder sigue estando en manos de la junta militar de ancianos que preside su hermano Raúl, Castro I ejerce ahora de profeta.
Un día, cual preclaro «Castrodamus», alerta acerca de los peligros del cambio climático. Al siguiente sobre la inminente guerra nuclear que se cierne sobre el mundo. Quizás es un desliz narcisista, y lo que desea realmente el anciano déspota es que la humanidad perezca con él. O quizás es un tardío ataque de mala conciencia, dado que durante la crisis de los misiles le pidió por carta a Kruschev que lanzara una ofensiva nuclear preventiva contra Estados Unidos si las cosas se ponían feas. Ahora dice que no haría lo mismo. Y tiene hasta achaques de sinceridad. Tan pronto reconoce su culpa en la represión a los homosexuales como confiesa que el sistema cubano no sirve ni para los cubanos -aunque se desdiga al día siguiente.
Todo indica que, aunque su salud física es frágil, la más preocupante es su salud mental.
En homenaje a Labordeta y a Cuba, aquí va la primera estrofa ligeramente retocada de su mítica canción, ´El canto a la libertad´ (en este caso de Cuba):
Habrá un día en que todos
Al levantar la vista
Veremos una isla
Que ponga libertad
Y si a Labordeta lo recordamos como él quería, como “un árbol caído, un pájaro herido, un hombre sin más”, a Castro I el profeta, cuando suba a la nave que nunca ha de tornar, lo recordaremos como lo que fue durante la mayor parte de su vida, “un ególatra nocivo, un sátrapa agresivo, un dictador más”.
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Autor: Ricardo Carreras-La Voz Libre