Primavera promisoria de 2011
Cubanet
La ominosa represión de los días 18, 19 y 20 de marzo de 2003 arrojó en las cárceles de Cuba a 74 hombres y una mujer. Hasta julio de 2010 habían recibido licencia extrapenal 20 prisioneros de conciencia por motivos de precaria salud y 1 por cumplimiento de la condena. Con Félix Navarro y José Daniel Ferrer condenados a 25 años, respectivamente, deberá concluir la excarcelación de los 54 restantes, según el presidente Raúl Castro se comprometió con la Iglesia Católica Cuba en esa fecha.
Terminaría así el injusto calvario de 75 pacíficos cubanos, cuyos supuestos delitos habían sido expresar sus opiniones y reunirse para procurar el progreso de su patria. No se trataba de una gran conspiración y muchos no se conocían entre sí. Ciertamente a la mayoría los unía el apoyo al Proyecto Varela. Muchos eran periodistas, otros bibliotecarios, pedagogos, médicos independientes, y activistas de derechos humanos.
Los oficiales de la Seguridad del Estado en ropa de civil cerraron calles con autos y personal de la Policía Nacional Revolucionaria, golpearon fuertemente las puertas y gritaron los nombres para que todos los ciudadanos sintieran el terror a ser los próximos y sembrar la intriga sobre los supuestos delitos de los indefensos vecinos que hasta esos momentos habían compartido preocupaciones o chistes, pero que en lo adelante tendrían que considerarse enemigos peligrosos. La tensión se extendió por todo el pequeño archipiélago cubano. Pronto los mostraron en la televisión, se escuchó en la radio y se leyó en los escuálidos periódicos las acusaciones a los supuestos mercenarios al servicio del imperialismo yanqui. En los humildes hogares quedaron hijos desde los 14 días de nacido, madres y padres ancianos que en muchos casos no pudieron volver a ver, porque dislocaron los reos en las prisiones al otro extremo de la alargada isla de Cuba, los de Guantánamo o Santiago de Cuba para Pinar del Rio, y los de allí para allá. Indudable ensañamiento con la familia. Mujeres con el dolor por la arbitrariedad y la responsabilidad de nutrir a todos, educar y encarar la persecución de autoridades e informantes por defender al preso maltratado, y recabar la solidaridad internacional.
El daño físico y psíquico a los 75 y sus familias tardará mucho tiempo en superarse y aún hasta las invisibles cicatrices serán imborrables. Pero Miguel Valdés Tamayo no estará físicamente; falleció el 10 de enero de 2006, después de haber sido excarcelado por sus serias enfermedades. La mayoría ha salido al extranjero por lógica necesidad de tratar de recomponer sus hogares y facilitar una vida normal y prospera a los mancillados niños y adolescentes, que difícilmente podrían lograr un espacio normal en esta sociedad totalitaria. Pero la dignidad y la defensa de sus ideas durante 8 años, que en sus condiciones han representado un tiempo muchísimo mayor, ha nutrido la sociedad civil cubana. Desde el exilio o los pueblos y ciudades en Cuba continuarán presentes en esta etapa singular de la historia.
La soberbia de las autoridades fue el gran error que desveló las arbitrariedades y el control permanente sobre cada uno de los ciudadanos, ejercido desde la impunidad del poder absoluto amparado en la desinformación, las calumnias y el terror. Esos disidentes nutrieron a los opositores pacíficos que surgieron en el curso de estos años, y sobre todo al pueblo que crecientemente se siente decepcionado por las promesas incumplidas, las carencias y la imposibilidad de desplegar su creatividad para forjar el futuro. Los acontecimientos de los últimos 4 años y la incesante destrucción material y espiritual de Cuba afianzan la demanda de cambios, que el poder restringe en lo económico y niega en lo político, pero que serán inevitables.
La excarcelación de los 75 es el reconocimiento de la injusticia cometida, aunque con licencias extrapenales y la posibilidad de retorno a las prisiones, o la promoción de las salidas hacia el exterior, se procure coartar la libertad alcanzada mucho antes de 2003, cuando sintieron la satisfacción de sobreponerse al miedo, expresar las opiniones y bregar sin rencores por Cuba. Evidentemente es fundamental que todos los cubanos contribuyamos al progreso, con el afán de respetar las opiniones y avanzar reconciliados.
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Autor: Miriam Leiva