En horas del mediodía del pasado 21 de noviembre, las directivas de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR) entregaron ante los ojos atónitos de miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular en La Habana, cerca de 10.700 firmas de ciudadanos que exigen al gobierno la implementación de la campaña ‘Con la misma moneda’. Los firmantes consideran un acto de apartheid económico y social devengar un salario en pesos cubanos y tener que hacer las compras en pesos convertibles para poder adquirir la mayoría de los productos en las shoppings, cuyos precios sólo están al alcance de extranjeros, trabajadores del turismo o de integrantes de la élite gobernante.

ENCUENTRO EN LA RED habló con Lourdes María Yen Rodríguez, directora ejecutiva de FLAMUR.

¿Mediante qué acciones se han lanzado a conquistar las respuestas de las mujeres que viven en los campos de Cuba?

Hay que decir que sin la valiosa ayuda y colaboración de las mujeres campesinas esto no hubiera sido posible, pero la campaña ‘Con la misma moneda’ vino después. En los campos hemos hecho talleres de animación social, charlas sobre violencia doméstica y otras iniciativas. Las mujeres han ayudado a repartir medicinas, llevar sillas de ruedas a lugares insospechados, pero también en miles de acciones cívicas en estos años de oposición. Los que conocen un poco a los cubanos saben que las mujeres del campo, o las guajiras, como todos les conocen, son asequibles, diáfanas, y por vivir monte adentro han sufrido como ninguna otra.

La campaña ‘Con la misma moneda’ exige mediante la petición que acaban de entregar a la Asamblea Nacional el cambio a una sola moneda. ¿Pretenden instaurar el peso cubano definitivamente, o el llamado chavito (CUC)?

No, todo el mundo sabe que el salario en Cuba no alcanza más que para unos días de mala alimentación. Considero que es un genocidio pagarle un salario de 250 pesos a las personas y que tengan que convertirlo a 10 CUC a razón de 25 por 1, porque después que compran un litro de aceite comestible a 2,40, un sobre de detergente de 1 CUC y unos jabones de baño y de lavar, ¿para qué trabajar? ¿para eso? Los niños no tienen ropa que ponerse, ni las mujeres condiciones mínimas para laborar en casa, sea limpiando, cocinando. Fíjate que ni ropa para vestir las camas hay a un precio razonable. Así que pueden imaginarse un país donde la gente no tiene ni sábanas. Definitivamente, hay que hacer campañas como estas y seguir tocando puertas.

El desbalance social en Cuba es palpable, pero existen regiones y sectores que nada harán respecto a esta campaña…

Bueno, habría que ver, pues en lugares que constituyen polos turísticos, como Banes y Guardalavaca, en Holguín, se ha recogido una enormidad de firmas y se ve a las activistas de FLAMUR como gente querida. Puede que no sea la generalidad y que ande mucho enajenado por ahí que no le interese que los otros vivan una vida digna y de verdad, pero el cubano acaba siendo solidario.

Además, pensamos que las personas que actualmente ocupan un puesto en el turismo o empresas mixtas y que les pagan en divisas, se levantan pensando todos los días en cómo les irá en el trabajo. A veces estas personas se sienten más inestables que un guajiro ordeñando una vaca en el patio de su casa, porque el país se ha convertido en una caja de sorpresa. Aunque no por ello debemos olvidar que en la región oriental y en las zonas rurales de todo el país la situación es crítica y se diferencia, aunque mínimamente, de La Habana y las capitales provinciales.

¿Qué labor hacen las activistas de FLAMUR?

Es sencilla y muy compleja. Queremos elevarles la autoestima a aquellas mujeres que más sufren, llegar a aquellas que más nos necesitan y promocionar su dignidad. Un día dejarán de ser las cenicientas de la casa, aunque los medios oficiales vayan ‘muy lejos’ y no quieran reconocer cuánto falta en materia de reconocimientos sociales y en elevar la dignidad de las que, por mayoría, son los motores de la familia cubana.

¿Cómo valoran el tema de la violencia de género en Cuba?

Es para asustarse. Son décadas y décadas de silencio cómplice, escondiendo las cifras de las violaciones, los asesinatos, golpizas y maltratos de todo tipo. Cualquier investigación va a quedar siempre ‘coja’ si no se toman de referente los datos anteriores, porque si ahora este se convierte en ‘el país más culto del mundo’, en unos años no se hablará siquiera de violencia intrafamiliar.

No es que todo tenga que aparecer en la ‘crónica roja’ de los diarios —que aquí no existe—, pero sin oxígeno no se va a ventilar problema alguno. A la violencia de las mujeres solas (agobiadas por la pobreza y la falta de proyectos) hacia sus hijos, la de los padres alcohólicos hacia hijos y esposas, la de los profesores de las becas en el campo hacia alumnos y alumnas, hay que sumar la violencia misma del cubano de hoy, que es más propenso a la vulgaridad de lo cotidiano, y la violencia que le han enseñado para ‘defenderse’ de un enemigo que siempre tendrá que esperar, o inventárselo para cuando llegue.

¿Cuál es el término para que les den una respuesta a la petición ciudadana sobre la moneda? ¿Qué harán después?

Esperaremos los 60 días reglamentarios que exige la Constitución, pero seguiremos recogiendo firmas para confirmar lo dicho. Hay miles de cubanos a los que no hemos podido llegar por la fuerte represión que la Seguridad del Estado nos ha impuesto, que no se trata sólo de golpes y porrazos; se siembra miedo, se difama de los activistas, pintarlos entre la gente como ‘mercenarios’. Y como acostumbran a injuriarnos: ‘al servicio de una potencia extranjera’.

En esta ocasión no hubo golpizas, tan comunes cuando un grupo pro democrático va a la sede de la Asamblea Nacional a entregar sus peticiones o proyectos. Fue algo de lo más natural, aunque habrá que esperar las primeras reacciones. Ya tú sabes… Pero FLAMUR seguirá apoyando a las mujeres cubanas, fuera de toda imposición política. A nosotros sólo nos anima la promoción humana.

Autor: Luis Felipe Rojas Jorge Olivera Castillo (publicado en Cubaencuentro)