Vientos de hambruna en Cuba
Los huracanes «Gustav» y «Ike» no podían haber arrasado Cuba en peor momento. En plena recesión económica mundial y con las expectivas de los cubanos frustradas ante las mínimas reformas que Raúl Castro empezó a adoptar al llegar al poder en febrero. Los ciclones que devastaron provincias del Oriente, Pinar del Río y la Isla de la Juventud entre el 30 de agosto y el 9 de septiembre, dejaron daños calculados por el régimen comunista de La Habana en 5.000 millones de dólares (unos 3.600 millones de euros), aunque los expertos doblan la cifra.
Junto al medio millón de viviviendas arrasadas, la principal secuela ha sido la destrucción de buena parte de los cultivos básicos, sobre todo los del plátano, café, cítricos y tabaco, explicó el economista Oscar Espinosa Chepe, en conversación teléfonica desde La Habana. Esta semana se empezaron a vivir los «momentos duros» de la crisis alimentaria que amenaza a la isla y que el Gobierno vaticina que durará «seis meses».
Los agromercados que se rigen por la ley de la oferta y la demanda aparecían desabastecidos en La Habana, con unos tristes aguacates o plátanos en los escasos puestos abiertos. El régimen de los Castro ha comenzado a utilizar su aparato represivo para contener el malestar social, a acaparadores, especuladores, ladrones y la llamada «bolsa negra» (el mercado negro), según denunció a ABC Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn).
Lanzarse al mar
Sánchez Santa Cruz explicó ayer que seis personas acaban de ser sometidas a un juicio sumarísimo en el poblado de Moa (en Holguín, una de las provincias más afectadas) por «desacato a las autoridades». Sin embargo, la verdadera razón para condenar a uno de ellos a más de seis años de cárcel y al resto a «trabajo correccional en internamiento» fueron «sus protestas por la falta de atención a los damnificados y la escasez de productos básicos». Espinosa Chepe alertó que es el momento de la revolución que «más próximas están las convulsiones sociales» y del riesgo de que los cubanos, en su desesperación, «se lancen al mar» en dirección a EE.UU.
Para evitar que la situación se le vaya de las manos, el Gobierno adoptó este lunes una serie de medidas con el fin de responder policialmente a las subidas de precios y los robos de recursos del Estado, como el combustible o los cables eléctricos. Según publicó ese día el diario oficial «Granma», los mercados de los «privados» deberán vender «provisionalmente» algunos productos básicos a los precios anteriores al desastre.
La respuesta de los vendedores ha sido dejar los mercados desabastecidos ante la pérdida de ingresos que las medidas suponen en un momento de caída de la producción. «Granma» advertía ayer que las autoridades velarán para que no se creen «otros» mercados a los que los cubanos se han visto obligados a recurrir ante la ineficacia del sistema: «En las esquinas, en las casas, en los lugares no establecidos». El diario también reconocía ayer que el abastecimiento de productos agropecuarios se redujo de cinco millones de quintales en agosto a sólo un millón en septiembre.
Los peores tiempos para la población, sin embargo, están aún por llegar, «cuando las cosechas destruidas por los huracanes hubieran entrado en el mercado», pronosticó desde Miami Carlos Saladrigas, copresidente del Grupo de Estudios de Cuba. «Gustav» y «Ike» llegaron a una isla «ya de por sí colapsada económicamente», según Saladrigas, en plena crisis financiera mundial.
Momento para la apertura
Tanto Oscar Espinosa como Carlos Saladrigas advirtieron de las consecuencias que esta recesión puede tener sobre la concesión de créditos, el turismo y las remesas que envía el exilio. Los expertos consultados sostienen que el régimen «está obligado, ahora más que nunca, a emprender una apertura económica» y debe dejar a un lado su «soberbia» a la hora de aceptar la ayuda internacional. Al mismo tiempo, reclaman a la Administración Bush una moratoria en las restricciones al exilio para enviar ayuda a sus familiares.
Los huracanes alcanzaron la isla en plena subida de los combustibles de hasta un 80 por ciento. En medio del desastre, el dictador sostenía en su «reflexión» de ayer que Cuba podría convertirse «en breve» en exportador de petróleo y reclamó «rigurosa disciplina» en su consumo y para hacer frente a las dificultades.
Autor: Carmen Muñoz (publicado en ABC)