El enemigo
El enemigo, el verdadero enemigo, no es la Fundación Nacional Cubano Americana, ni Carlos Alberto Montaner, ni los cohetes del Pentágono, ni ninguna expedición armada por llegar, decía un mediotiempo el otro día, en una cola para los huevos, resumiendo el final desastroso a la vista para un gobierno que no quiere cambiar. El enemigo, los hechos lo demostraban, es algo más sutil pero también más peligroso. Y no está por llegar. No. Llegó ya, está aquí.
Mencionó la televisión por satélite. El gobierno la ha prohibido, la castiga, la condena mediante ley publicada en la Gaceta Oficial, con severas penas; sea televisión robada del satélite o pagada en el extranjero. Ninjas de la policía registran las azoteas, los CDR vigilan, pero las antenas escapan, siempre queda alguna, y con eso basta.
El resto lo hará la memoria flash (esa nueva pesadilla que no deja dormir al gobierno), pues aunque, por su costo, el ordenador sigue estando fuera del alcance del gran público, la gente se las arregla para acceder a los del gobierno.
Mencionó Internet. Muy exclusiva, para uso gubernamental y el de personalidades muy escogidas, pero no a prueba de filtraciones. De modo que también a merced de la memoria flash.
Mencionó el teléfono celular, servicio que por fin le ha sido autorizado al nativo que pueda darse el lujo de pagarlo. Por su equipamiento complementario para grabar, filmar y enviar al exterior imágenes de hechos, en el momento de ocurrir, el celular participa con grados de general en la batalla de todos contra el silencio. Si a un grupo de damas le dan una paliza, el público lo sabe enseguida. Si alguien escapa del país, igual.
Una señora aseguró que, ahora mismo, una intervención del presidente —que el Partido le estaba pasando a sus militantes, núcleo por núcleo, en secreto—, ya había sido «bajada» de Internet y andaba por la calle.
Una sobrina suya la estaba grabando anoche para enviársela a sus familiares de la Sierra Maestra, a los que todas las semanas les manda, con sus amigos chóferes interprovinciales, un CD con lo último bajado de Internet, del satélite y cuanta película prohibida y cosas así aparecen.
Arma de doble filo
Todo esto, decía el mediotiempo retomando la palabra, demostraba la derrota sufrida por el gobierno en su tenaz lucha de años por ser el único proveedor de información de la Isla, lo cual, por otro lado, había sido un arma de doble filo.
Pues tal vez el desprecio que hoy se sentía por cosas que antes se creían sagradas, estuviese en la respuesta que el público se había dado al preguntarse por qué el gobierno se había empeñado en impedirle enterarse de lo que pasaba en el mundo y aun dentro de su país. Pero, sobre todo, demostraba las cosas que podían pasar en una isla donde el enemigo estaba ya en casa, había tomado posesión de ella y ni se le podía fusilar ni meter en la cárcel.
Como ejemplo de esos cambios inevitables y del poder del verdadero enemigo, citó el mediotiempo la «guerrita de los e-mail» del año 2007. Empezada, según él, quién sabe si sólo como el «ay lastimero» de una herida que no cierra (puesto que eso también pudo haber sido un discreto tanteo de fuerzas) y terminada con la puesta en marcha de un pujante movimiento gay, que ni soñarse habría podido darse antes de la aparición del correo electrónico.
Viendo que en la cola empezaba a hablarse del gobierno con ligereza, dándolo por una cosa virtual —por la sencilla razón de que al no poder ya seguir tapándonos los ojos, los oídos y la boca, hubiésemos igualado fuerzas con él y ahora todo fuera cosa de apretar un botón, hacer un llamamiento o algo así—, dije en mi única intervención, sin ánimo de polémica pero con la mayor franqueza: «Aun así, ellos tienen el poder, que, mientras dure, es invencible».
«De acuerdo», me replicó el mediotiempo, no sé si atajándome o creyendo que yo no había entendido nada. «De acuerdo, pero de lo que aquí hablábamos era de quién es y dónde está el enemigo que amenaza ese poder. El enemigo real, el verdadero».
Autor: Rafael Alcides|Cubaencuentro