La blogocalle es vuestra
Cubaencuentro
Desde hace algunos meses vengo siguiendo el fenómeno de la blogosfera alternativa cubana, tanto que ya espero con cierta ansiedad los artículos de Yoani, Claudia, Miriam y de otros que me hacen andar y sentir la realidad cubana tal como la he visto durante mis viajes a la Isla. Despiertan admiración su valentía, voluntad y resistencia para llevarla en hombros durante las veinticuatro horas de cada día cubano, hostil e intolerante.
Es una buena noticia que, en medio de un ambiente donde la imposición de la homogeneidad jamás rompe su rutina, un grupo de gente, mayoritariamente joven, haya encontrado un camino novedoso y apropiado para, desde el interior de la Isla, levantar la voz, airear las diferencias y denunciar las graves disfunciones del sistema.
Contrariamente a quien, desde el oficialismo intelectual, ha calificado este movimiento como «ciberchancleteo», pienso que ojalá restaran realismo suficiente y humildad para comprender que este ejercicio en nada empobrece ni envilece la vida de los cubanos, que no se acaba el mundo, y para aceptar que los espacios de disensión y debate son vitales, para admitir que una sociedad civil no tutelada y fuerte es un instrumento insustituible en la educación ética de los pueblos y representa una contribución excepcional a la reafirmación y desarrollo de las culturas. Labor, dicho sea de paso, que tampoco puede corresponder por entero al Estado.
No pondría el acento en las mismas sílabas, ni estoy de acuerdo con todo lo que dicen los blogueros alternativos. Desde luego, la experiencia, la historia y toda esa compleja mezcla de características y propiedades personales coloca ante los ojos el precioso prisma de la identidad individual, pero, a la vez, cierra el paso a toda la verdad al condicionar nuestra objetividad en la interpretación de cada fenómeno, de cada momento y contexto histórico. Por eso, la falta de diversidad fatiga, mientras que el estímulo a la pluralidad es el único camino cierto hacia el progreso. El mundo no es ni puede ser como cada uno lo ve. Es lícito y hasta loable emplearse a fondo para influir y convencer, para eso pensamos, tenemos ideales y nos comunicamos, pero es injusto y contraproducente imponer conformidad. La falta de tonalidades es uno de los rasgos más distintivos de la pobreza. ¡Cuántas notas diferentes crean la belleza de una sinfonía! Sea bienvenida pues la diversidad, los colores y los enfoques discrepantes, basta ya de monocromatismo, tanta adhesión y consensos falsos.
Admiro la prosa de los «blogueros alternativos»; me divierte imaginar cómo retumbarán las frases que utilizan en los oídos de la nomenclatura isleña, cómo sentarán en una cultura más acostumbrada a la melosa adulación oportunista que al clarín estimulante de la crítica franca, una cultura hecha para una cúpula que lo sabe todo, lo decide todo, jamás se equivoca y que no admite nunca que la platea tenga algo que decir, a no ser lo que ellos dicen que debe decir. Ah, y ¡los análisis! Eso sí que no, ¿indagar en los porqués? Como si no bastasen las «Reflexiones del Comandante».
Hace algunos años, los juicios críticos, aunque se movieran dentro de los moldes del sistema, no salían del marco de pequeños grupos de amigos. Aun así, había que asumir el riesgo de que alguno se fuera de la lengua y nos metiera en apuros. La subrepticia y frecuente denuncia de nuestras «desviaciones ideológicas» no se debía casi nunca al sano interés de entrega a la causa, sino más bien a la resuelta dependencia que estableció el único patrón entre el mérito y el estatus social, por un lado, y la disposición de cada supuesto revolucionario, por otro, para acusar a su amigo, vecino o colega de trabajo.
Esa práctica se ha reforzado insistentemente con la presión que los órganos de la Seguridad del Estado ejercen sobre cualquier ciudadano para lograr un detallado informe de la vida de otro. El hombre repite hasta el fracaso todo aquello que un día le dio buenos resultados, por eso la cultura es un artefacto que eleva, pero también destruye la sociedad cuando no evoluciona y cambia. Así, el culto generalizado y sistemático a la doblez, como forma de estímulo a la delación, ha despojado la amistad de su sentido, ha eliminado la buena fe y ha fomentado un sentimiento de «todos contra todos», de desconfianza que ha degradado la calidad de la convivencia social, haciendo vacío e hipócrita cualquier otro empeño cívico y humanista.
Como complemento a lo anterior, se aprovecha toda ocasión propicia para humillar, doblegar y aplastar a los que disienten abiertamente, pero sobre todo para disuadir a los muchos que observan con el corazón apretado y llenos de sinónimos encerrados en sus bocas. «Cuando veas las barbas de tu vecino arder…». En realidad no es tan importante repudiar a los que avientan una idea contraria al ideario oficial, lo que se busca es advertir e intimidar a los que podrían seguir el ejemplo. Estos últimos interesan más porque ahí está la mayoría. Sin duda, cabe al gobierno el mérito de haber encontrado la fórmula para convertir el miedo en una dimensión permanente, en parte del equipaje diario del cubano.
¿Ese es el pueblo de Cuba?
En Cuba no interesan ni los matices ni las esencias de las discrepancias: o conmigo o contra mí, y «el que está contra mí, está en contra del destino histórico de la nación» (Entre la Historia y la Pared, de Arnaldo Yero). Efectivamente, el proyecto es tan gigantesco y tan prodigiosa la idea, que han dejado de importar sus reales, carnales e imperfectos beneficiarios. La innegable dimensión del enemigo, junto al diferendo histórico que a él nos enfrenta, ha representado el diminuto ojo de la aguja por el que siempre ha sido capaz de colarse esa irreflexiva e impetuosa tendencia del poder para perpetuarse, para intentar alcanzar el dominio absoluto, el nirvana de mandar en solitario, la ausencia de desafío que implica cualquier juicio crítico.
La justificación de la inmortalidad del reinado ha demandado entonces reforzar aún más la imponente imagen del contrincante, dando cabida a una desmesurada alarma resultante de la ubicuidad de su amenaza. En esta gritería no se ha escatimado esfuerzo, se ha hecho hasta el colmo, hasta el contrasentido de que el propio gobierno ha caído en su trampa, prestando al adversario el mejor servicio que se puede, pues con la defensa a ultranza, cerrada y militante de cada una de sus posiciones, no escucha, sino que reprime indiscriminadamente, lo que le resta partidarios de modo exponencial. Sin otra alternativa, estos son sumados al bando del contrario.
De esta forma, la dinámica social ha entrado en un círculo vicioso destructivo, uno de cuyos efectos más perniciosos es la nulidad de cualquier apelación al esfuerzo diario, al trabajo tesonero, pues, para mantener el barco a flote en tamaña tempestad, han tenido que abrir el cauce de la bulla, el aspaviento y el «aguaje», sin dejar espacio necesario para desarrollar la cordura, el sentido del deber y la honradez. La falta crónica de productividad y la incapacidad de producir riqueza, tan siquiera en una mínima medida, no hacen más que afirmar la esterilidad y la falta de contrapartida real del entusiasmo y las consignas.
Por suerte, es inútil amordazar la palabra. A pesar de tener el sartén por el mango, las autoridades ni siquiera pueden estructurar un movimiento efectivo para contrarrestar la blogosfera alternativa en su propia salsa. Además de la espontaneidad que falta, esa estrategia a gran escala exigiría abrir el juego cuando lo que se teme es, precisamente, el contraste, la propagación y el contagio de las ideas. Sin embargo, por otro lado, la coyuntura obliga a admitir esa reducida holgura para dar una imagen hacia el exterior de flexibilidad y tolerancia y, de paso, introducir la duda en quien, no conociendo la realidad cubana, se pregunta: «Si no hay libertad, ¿cómo es posible?».
Esto se convierte en un juego donde, en ausencia de mejores alternativas, el gobierno espera ganar más de lo que pierde manteniendo un cerco sanitario, evitando que los cubanos que viven en la Isla conozcan el fenómeno y pierdan el temor. Pero cuando el salto es a la calle real, se dispara la alarma. ¡Alto ahí! ¿Qué es eso de duelo ideológico público? ¡La calle es de Fidel! Y allá van, te meten por la cabeza el sainete, te cantan las cuarenta, te montan el San Benito y, como siempre, tienen que recurrir al oportunista que, invariablemente de turno y disfrazado de «socorrido pueblo», te vapulea.
Quién no sabe en Cuba que los que se prestan a esa faena son exactamente los mismos que no trabajan, los que no saben o no quieren dar una gota de su sudor diario para crear y construir lo que dicen defender. ¿Ese es el pueblo de Cuba? No, que nadie se llame a engaño, esos son los demonios que han tenido que despertar y el gobierno lo sabe perfectamente, porque luego tiene que pagar la factura que el «pretendido revolucionario» pasa en términos de indisciplina laboral y social. ¿Con quiénes están defendiendo hoy la Revolución?
¡Que te conozca el Imperio! ¡Que te alimente el Imperio! Te visten de imperialista y te hacen imperialista a la fuerza, qué penosa hazaña. Cuánta gente honrada aún calla y consiente para que no los metan en el saco del Imperio. Avergonzados, frustrados y desmoralizados, sin una palabra más, sin un sentimiento más en sus corazones para defender aquello en lo que tanto confiaron, aquello a lo que dedicaron la mayor parte de sus vidas. ¿Por qué tiene que haber sólo dos opciones?, ¿por qué hay que callar?, ¿por qué no podemos pensar?, ¿quién lo ha dicho?, ¿el embargo?, ¿el diferendo histórico con el enemigo?
Es cierto, existe el embargo, ha habido acoso. El embargo ha sido una medida criminal e injusta, algún día tendrá que prevalecer la moral y el buen sentido, no queda ya prácticamente un país del mundo que apruebe esa bochornosa y absurda práctica. La prepotencia y la coacción engendran odio y el odio es demasiado ciego e imbécil para que sea aplicado como política de Estado y, en este caso también, grotescamente ganancioso para los grupos que, alimentándolo, viven de él. Ahora bien, en lo interno no era posible consumirse lamiéndose esa herida, el embargo no puede ser el reo universal de todas las desgracias y de todos los errores, o habrá que darle la razón a los que afirman que si el embargo no existiera habría que inventarlo. ¿Por qué no es posible apuntar el dedo hacia adentro?
Una buena lección
La tierra, los brazos y las mentes de los cubanos están ahí, no están bloqueadas y si lo están no puede ser sólo por el deseo de los americanos. ¿Todavía no vemos el problema? ¿Después de cincuenta años aún no se ha encontrado un modelo económico apropiado? ¿Es tan difícil comprender que el verdadero desafío, la medida adecuada y creativa para resistir no podía ser reprimir sino producir? Esa actitud de garantizar, a toda costa, los frijoles de los cubanos debió gozar de la misma prioridad que siempre tuvo la Seguridad del Estado; no habría que derramar mucha tinta para demostrar que si el interés de los jerarcas en resolver las viandas hubiera sido equivalente al de oponerse al enemigo, hoy las barrigas estarían más llenas, los ánimos más tranquilos y la confianza más alta.
¿Quién en la historia, que jerarquía permanente, a pesar del embargo y la hostilidad externa, ha dispuesto, durante cincuenta años, de una sociedad entera, de un país sin fronteras, prácticamente sin oposición interna y con un importante apoyo financiero, para realizar experimento tras experimento? ¿Qué es lo que pretenden ahora? ¿Un milagro? ¿El vacío absoluto para que ninguna circunstancia externa pueda influir en el ensayo?
En la realidad social eso es imposible, pero los intereses de la política, por darle un apellido educado al interés, siempre hablaron mucho más alto que la ciencia, y cuando la ciencia ha intentado hacerse oír, entonces se la ha aplastado, sin miramiento alguno, acusando de ignorantes y cómplices del enemigo a los profesionales que la misma Revolución formó. ¿Cuántas generaciones más tendrán que continuar pagando el precio de la tozudez y el voluntarismo? ¿Cuántas más tendrán que sacrificar sus visiones y su manera particular de entender la realidad y de hacer la historia?
No desistan, continúen denunciando con paz y paciencia. Ya sé que «el que empuja no se da golpes». La añoranza y la tristeza del destierro no se equiparan a la aspereza de la cotidianidad cubana, realidad mucho más compleja y difícil para quien sobrevive de milagro, para quien está marcado y connotado como agente del formidable enemigo imperialista, para quien es revisado y vuelto a revisar para encontrar un desliz, el más pequeño, que sirva para desacreditarlo, chantajearlo, doblegarlo hasta que balbucee la palabra perdón y poder exhibirlo entonces como prueba del contraste entre la bondad revolucionaria y la maldad del sistema capitalista, como si no existieran en Cuba otras excrecencias de las que avergonzarse, muchas de ellas producidas por los privilegios que, aun bajo el rigor de la situación cubana, se conceden a los más cercanos al poder para crear y mantener el primer anillo de defensa.
Señores de la nomenclatura, han perdido la blogocalle en favor de un grupo de cubanos muy creativos y armados con ideas, que crece día a día y, aunque no quieran admitirlo, no son mercenarios ni quieren destruir su patria y sus letras destilan honradez. Si alguna ayuda les llega de las manos del Imperio, son las autoridades cubanas las responsables, las que los empujan deliberadamente para después acusarlos de contubernio con el enemigo e imponerles el baldón de traidores. Llevar a un hombre honesto a esa encrucijada es tan criminal como el embargo, es intentar aniquilarlo moralmente y destruir su carácter. El chantaje es el secreto del miedo y el instrumento del silencio utilizado contra varias generaciones de cubanos.
¿Qué es lo que quieren entonces? ¿Matar de hambre a todo el que se opone? ¿Borrarlo del mapa? ¿Hacerle la vida imposible para que desista, se vaya y restarle vapor a la caldera? ¿Privarlo de cualquier medio que le sirva para expresar sus convicciones? ¿Que nadie lo ayude a respirar? ¿Que se asista de brazos cruzados al aislamiento y al linchamiento social de todo aquel que es capaz de enarbolar y defender una idea que difiera del discurso oficial? Parece que esta vez no lo están consiguiendo. Esos jóvenes están dando una verdadera batalla, una profunda lección y las buenas lecciones nunca deben despreciarse.
Enlaces: Solidaridad Española con Cuba
Autor: Ariel Alonso-Cubaencuentro