Recientemente millones de personas celebraron en el mundo el fin de un año y el comienzo de otro. Muchos lo hicieron en un ambiente de libertad, abundancia y alegría. Otros, en medio de carencias materiales, pero con cierto grado de libertad y cierta dosis de alegría. Los menos afortunados fueron aquellos que viven en naciones en conflicto o que somos víctimas de regímenes dictatoriales que pisotean los más sagrados derechos y libertades del ser humano.

Mientras cientos de familias se reunían para celebrar las navidades, unas cuantas familias cubanas sufrían por la ausencia de uno o más de sus integrantes, encarcelados en las mazmorras de los hermanos Castro por el sólo hecho de defender los Derechos Humanos.

Mientras muchos preparaban la cena familiar, según sus posibilidades, decenas de prisioneros de conciencia continuaban consumiéndose en los antros de terror que son las prisiones cubanas. Varios estaban en huelga de hambre y uno de ellos se encontraba con los labios cosidos con un grueso hilo de nylon para demostrar así su inquebrantable decisión de llevar su huelga hasta las últimas consecuencias si no disminuía el ensañamiento contra su persona, y digo disminuía, porque todos sabemos que un régimen totalitario nunca deja de acosar a sus víctimas.

Mientras muchos se daban los tragos o bailaban al compás de los últimos éxitos musicales, familias de opositores pacíficos esperaban tensos uno de esos cobardes ataques protagonizados por las llamadas «Brigadas de respuesta rápida» y que son conocidos como «actos de repudio».

Mientras muchos celebraban sin preocupación alguna, en la celda en que vivo, en condiciones infrahumanas, rezaba por los sufridos de este mundo, por quienes viven sin derechos, por los que carecen de lo indispensable para llevar una vida digna, por mis hermanos en prisión y sus familiares, en especial por los más enfermos. Por mi madre, enferma también, mis niños pequeños. Por mi familia toda que vive en constante stress debido al acoso de las fuerzas represivas de la dictadura.

Mientras millones festejaban alegres, ajenos al dolor de quienes vivimos sin libertad, decenas de prisioneros y otros hermanos que corren el riesgo de serlo en cualquier momento, reafirmábamos nuestro compromiso de continuar trabajando, pacíficamente, por la democratización de nuestra patria, por el respeto al derecho de todos los cubanos y por la prosperidad de la Nación cubana.

Autor: José Daniel Ferrer García (actualmente encarcelado en la Prisión Kilo 8, Camagüey)