Dentro de poco mas de un año se va a cumplir el 50 aniversario de la revolución cubana de 1959 y podría ser interesante comparar las perspectivas de la industria cubana del azúcar de hace 50 años con las de ahora.

Cuba durante los años de la Republica y la dictadura de Batista fue un país prospero y con una clase media creciente. Todos los indicadores de la época la situaban muy por encima de España y de la mayoría de los países sudamericanos (excepto Venezuela y Argentina). Prueba de ello, fue la gran emigración española a la Isla y la gran calidad de la expansión urbana de La Habana.

Los años cuarenta como los veinte fueron años de bonanza para el azúcar y aunque la industria miraba con confianza al futuro, sus cimientos no eran muy firmes ya que debía encarar cambios estructurales de importancia para tratar de diversificar la economía del país muy mediatizada por la eminencia del sector azucarero.

A pesar de que las producciones típicas de aquellos años se situaban entre 5,5 y 6,5 millones de MT, no se invertía lo suficiente en investigación y desarrollo y las leyes y regulaciones que regían el cultivo, la producción y exportación impedían un desarrollo adecuado del sector azucarero. Las regulaciones impedían por ejemplo incentivar a los colonos mas eficientes dañando su productividad y los sindicatos, muy fuertes, apoyaban una legislación que impedía la mecanización del cultivo y recolección. La fertilización y fumigación por medio de avionetas agrícolas estaba prohibida. Esta situación institucionalizaba una política de empleo y salarial inflexible, lo que ponía grandes trabas a la eficiencia económica, no solo del azúcar, sino del país en su totalidad.

Los subproductos del azúcar se encontraban también muy descuidados ya que no se invertían fondos suficientes en investigación y desarrollo. Por ello el sector recibió en su día muchísimas críticas dada su gran importancia para la economía cubana. Las aplicaciones del bagazo y las melazas podían haber sostenido el despegue de la economía del azúcar y su paulatina desvinculación con los mercados exteriores del dulce, pero el descuido y desinterés constantes impidió que se desarrollaran importantes industrias como la papelera y alimenticia. La bagaza es materia prima para la fabricación de papel, cartón y energía y las melazas tienen gran importancia como ingredientes importantes del sector alimenticio y ganadero.

Un sector que sin embargo fue desarrollado a partir del azucarero fue el energético. Las alcoholeras, desvinculadas en su gran mayoría de los ingenios azucareros, llegaron a producir grandes cantidades de etanol. Este sector surgió a consecuencia de las necesidades especiales surgidas durante la segunda guerra mundial, que consiguió promover una política energética única en la época ya que producía y consumía etanol como carburante para automóviles y transporte por carretera. Este etanol, producido a partir de melazas de caña, se mezclaba al 14% con las gasolinas vendidas en la Isla, pero una asignatura pendiente fue el fomento de su consumo por la industria local y por la maquinaria agrícola. La producción de etanol se cifraba en 1949 en 51 millones y medio de litros.

La consecuencia inevitable del estancamiento del sector fue un encarecimiento del azúcar y su consecuente perdida de competitividad en los mercados de exportación.
Los años 50 fueron años de toma de conciencia del problema por parte de la industria azucarera que comenzó a tomar medidas que hubieran podido llevar a un florecimiento del sector. Algunas faenas agrícolas como el descardar, el acarreo de la caña hasta el ferrocarril y la preparación de la tierra para la plantación, comenzaron a efectuarse con maquinaria agrícola y el número de tractores pasó de 1.888 en 1946 a 15.000 en 1958. Sin embargo, la actitud de los sindicatos no varió y continuó oponiéndose a la mecanización lo que impidió que el sector diera un firme paso adelante y mejorara su competitividad y su posición en el mercado mundial.

Al llegar la revolución en 1959 todos estos problemas fueron aparcados por el nuevo régimen que concentro sus esfuerzos en su supervivencia. En la vertiente económica, esto se consiguió gracias a que la Unión Soviética compró, aunque no lo necesitara ya que era un gran productor, todo el azúcar que los Estados Unidos dejaron de adquirir a La Habana. La consecuencia negativa fue que, desde el principio de la revolución, se enterró el deseo revolucionario de diversificar la economía y de esa forma se selló la dependencia y el declive económico de la Isla.

Cuba, a instancias de la Unión Soviética se convirtió a partir de 1963 en su proveedor y en el productor especializado de azúcar del bloque soviético ya que era éste el único producto que le interesaba a la Unión Soviética. Todo el esfuerzo cubano se concentró en el objetivo de proveer los grandes tonelajes que este nuevo mercado exigía.

Una vez conseguida la seguridad del mercado soviético, se diseño con ayuda de aquel país un ambicioso proyecto de modernización y mecanización de todo el proceso azucarero que desembocó en 1970 en el deseo de producir la quimérica cifra de las 10 millones de TM que nunca se consiguieron a pesar de los esfuerzos del régimen y del sacrificio de la población que vio abolidas sus vacaciones y fiestas de Navidad. El gobierno movilizó a los estudiantes, escolares, al partido, los sindicatos, militares y burócratas para conseguir aquella cifra mágica. El tonelaje conseguido fue de 8, 5 millones de TM, cifra a todas luces importante pero que, dada la propaganda desplegada por el régimen, causo una gran decepción y provocó además gran perjuicio a los demás sectores de la economía que se descuidaron a causa del gran esfuerzo desplegado en la campaña azucarera.

Tras un enorme bajón en la producción en los años 71 y 72 las cifras de producción se recuperaron situándose en torno a los 6 millones de TM, cifras similares a las inmediatamente anteriores a la revolución. Estas cifras de producción se mejoraron llegando a los 6/7 millones a finales de la década de los setenta y entre los 7 y 8 millones en la década de los ochenta cuando la Unión Soviética fue mas generosa con su socio tropical llegando a pagar hasta ¢50 la libra de azúcar. Tras la disolución de la Unión Soviética la producción azucarera se colapsó pasando de 8,1 millones en 1989 a 4 millones en 1993/96.

Hoy día, las posibilidades de recuperación de la industria cubana del azúcar son remotas ya que se trata de un sector de capital intensivo y Cuba sufre desde la revolución una crónica falta de divisas. Sus ingenios son pequeños, antiguos y han sido muy descuidados por sus gerentes políticos por lo que no es probable que vuelvan a ponerse en marcha en las actuales circunstancias políticas. Por otro lado, los nuevos regimenes de izquierda que surgen en Sudamérica probablemente no ayudaran a Cuba en el sector azucarero ya que la mayoría son productores y muchos competidores del dulce cubano.

A pesar de la falta de oposición de todo tipo, el régimen, al tener prioridades diferentes de las económicas, no solo ha sido incapaz en sus casi 50 años de revolución de diversificar la economía cubana sino que la ha hundido. Hoy, como ayer, Cuba depende de la generosidad de otros estados para su supervivencia. Pobre Cuba, ¡pensar que tuvo ferrocarril antes que Bélgica y España!

Jose Macicior

———————————————————————-
Fuentes:
Report on Cuba, International Bank for Reconstruction and Development, 1951.
The Cuban Revolution, Hugh Thomas, 1986.
Sugar Year Book, International Sugar organization.
Cuba a New History, Richard Gott, 2004.

Autor: Jose Macicior