Un tsunami de rumores acerca del “Comandante en Jefe” ha inundado las costas de la bella isla caribeña, por Occidente y por Oriente. Su salud, secreto de estado, es un misterio sobre el cual se especula en todos los rincones del territorio nacional. Castro, un hombre amante de los baños de masas, no aparece en público desde hace más de un año. Hace ahora más de un mes que no se emiten imágenes suyas. Hay quien dice que ya está muerto -y que esperan una fecha emblemática para anunciar su defunción-, otros que creen que sigue vivo pero muy enfermo, y algunos que piensan que se está recuperando.

Lo cierto es que su salud es precaria, y puede fallecer en unos días, semanas o meses.

El balance de su gobierno es desolador. La historia sin duda, no “lo absolverá”, como él decía, sino que más bien “lo absorberá” en la fosa de los dictadores que han hecho sufrir a su pueblo.

Cuba, una de las naciones más prósperas de la América Hispana durante la primera mitad del siglo XX, se ha convertido hoy, tras casi cinco décadas de castrismo, en una ruina económica, social, y lo que es peor, en gran parte moral.

La economía cubana es un desastre sin paliativos. Sirva el caso de la industria azucarera como ilustrador ejemplo. La otrora próspera industria azucarera es hoy una triste sombra de lo que fue. Mientras que otros países han multiplicado su producción de azúcar -un producto refinado-, Cuba produce cinco o seis veces menos que hace varias décadas. La mitad de sus fábricas azucareras -ingenios-están cerradas, y algunas de las restantes no están activas porque no son rentables. La economía centralizada ha resultado ser catastrófica para el azúcar, que se produce en Cuba de forma extremadamente ineficiente.

La economía cubana, lamentablemente, produce hoy muy poco. Sus fuentes de ingresos más importantes son: los subsidios, con frecuencia disfrazados, que recibe del gobierno venezolano, las remesas que envían a sus familiares los cubanos emigrados desde el extranjero, y los ingresos de la industria turística. Ésta última es también cada vez más ineficaz, al haberse reforzado el control del entramado militar sobre la misma. Las cifras de turistas -una de las pocas estadísticas fiables, porque se puede verificar desde el exterior- dicen claramente que el número de turistas a Cuba disminuyó en el 2006. Por eso el gobierno ha lanzado una intensa campaña de promoción.

La situación de los derechos humanos en Cuba es también lamentable.
Los cubanos carecen de libertades políticas y económicas. No tienen elecciones libres, ni libertad de prensa, ni libertad de expresión. Cobran en peso cubano una media de 10 euros al mes y deben comprar la mayoría de los productos que no cubre la tarjeta de racionamiento en pesos convertibles, que valen muchísimo más. No pueden invertir ni tener su propia empresa. Y ni siquiera puede acceder, la mayoría de las veces, a las mejores playas u hoteles, reservadas para los turistas y vedadas al cubano de a pie, a través de un sistema de Apartheid turístico tan increíble como cierto.

En Cuba tener un automóvil es un lujo. Tener teléfono móvil es un lujo -sólo un 1% de la población, la tasa más baja de toda América. Y tener acceso a Internet un privilegio al alcance de una minoría.

Hay casi 300 presos de conciencia desparramados por numerosas cárceles cubanas. Todos ellos están encarcelados en condiciones infrahumanas.

Ante esta situación, la pregunta que todo el mundo se hace es

¿Qué pasará entonces en Cuba después de la muerte Fidel Castro?

Una mirada superficial nos da malas noticias. Parece que ya se ha producido una sucesión de la dictadura de Fidel Castro a la dictadura de su hermano Raúl Castro. Un puñado de dirigentes “raulistas” de toda confianza, se ha afianzado en el poder. Son un grupo de viejos militares, una gerontocracia castrense que controla las Fuerzas Armadas cubanas y a través de ellas, los demás resortes del poder en Cuba.

Sin embargo Raúl Castro y su grupo de poder saben que tienen que hacer algunos cambios para poder continuar controlando la situación. Hasta ahora los cambios han sido sólo retóricos, porque Fidel Castro, aunque enfermo, impide todavía que se planteen cambios reales en el sistema. Recientemente escribió -o hizo que le escribieran- un artículo contra cualquier reforma, titulado “los super revolucionarios”, en su nuevo papel de “columnista en jefe”. Pero cuando fallezca, se iniciarán algunos cambios tímidos que traten de mejorar la quebrada economía cubana. Será la ruta china o mejor aún, el Doi Moi vietnamita. En efecto, la hipótesis más verosímil es que cuando asuma el poder del todo, Raúl Castro inicie un proceso gradual de reformas inspiradas en las experiencias chinas y vietnamitas. Desde principios de los 90 el dictador provisional expresa su admiración por estos modelos. Su «estrategia de supervivencia” consiste en combinar un implacable control político y el respeto al “legado” de su hermano con una apertura económica dirigida desde el Estado que genere algo de prosperidad económica. Su predilección es adaptar a Cuba el modelo vietnamita Doi Moi -“puerta abierta”, traducido como “renovación”- proceso que iniciaron los pragmáticos del Partido Comunista de Vietnam en 1986, tras la muerte del dirigente Le Duan. Raúl Castro piensa que aunque el modelo chino aporta experiencias positivas, descentralizó demasiado el poder económico, se abrió en exceso y provocó una revuelta popular en la plaza de Tianamment que él quiere evitar a toda costa, porque sabe que no la podría controlar.

Es de esperar, por tanto, que Raúl Castro comience tras la muerte de su hermano un proceso de cambios graduales que introduzcan racionalidad y alivien la angustia económica de la población. Para ello, situará a las Fuerzas Armadas Revolucionarias al frente de estas reformas, como eficaz punta de lanza, al igual que hizo en los 90.

Raúl Castro sabe que sin esas reformas, el creciente descontento en las calles estallaría en alguna revuelta o movilización popular contra su gobierno. Y sabe que él no podría frenar un estallido social semejante al “maleconazo” de Agosto de 1994.

Pero las buenas noticias son que esta apertura parcial del sistema, supone en el medio plazo el desmoronamiento del régimen.

Cuba no es China ni Vietnam y las reformas económicas debilitarán al sistema, como sabe o sabía Fidel Castro, quien sólo recurrió a reformas parciales cuando no tenía más remedio, y las eliminó cuando estimó que ya no eran necesarias. Un debate abierto acerca de las reformas es muy difícil de limitar. Fidel Castro lo evitó en todo momento al realizar las escasas reformas que llevó a cabo por decreto, sin discutirlas.

Si las reformas fracasan o no se dan, los días del gobierno de Raúl Castro están contados, porque los cubanos ya no aguantan más. Pero si las reformas tienen éxito, se creará una clase media que más pronto que tarde exigirá reformas políticas.

Mientras tanto, la oposición pacífica al régimen dictatorial crece día a día, así como las muestras diarias de descontento.

La conclusión es por tanto que, muerto el dictador Fidel Castro, Raúl Castro no será capaz de mantener el poder si no lleva a cabo en el medio plazo una transición a la democracia.

Si no cambia nada, o las reformas no tienen éxito, su situación será insostenible. Él y su camarilla de viejos militares raulistas lo saben. Pero de todos modos, si lleva a cabo reformas económicas de calado, esos cambios conllevarán una transición a la democracia.

No podía ser de otra manera, dado que el actual sistema es contrario a la naturaleza y a la dignidad de persona humana, y como tal insostenible.

Buenas noticias por tanto para todos los cubanos y en especial para los presos de conciencia injustamente encarcelados, sus familiares -como las ejemplares Damas de Blanco- y los dignos opositores a la dictadura castrista. Ánimo, que ya queda muy poco. La hora de la libertad está cerca.

Mientras ese momento llega, la obligación moral de los demócratas de todo el mundo es apoyar a los ejemplares luchadores cubanos por la libertad y la democracia.

Podemos ayudar desde nuestros países, o si nos desplazamos a Cuba. En este caso, debemos aguzar nuestros sentidos para percibir la auténtica realidad del país, y no sólo la que presentan los folletos turísticos oficiales. De ahí el lema de nuestra campaña de viajes solidarios “Si vas a Cuba, ve bien”. “Ve” en el doble sentido que tiene en lengua española, de ver bien -y ver la otra Cuba, la Cuba reprimida y escondida por el gobierno, y de ir bien, o sea, ir a solidarizarse material y moralmente con la gente más digna de Cuba, que son los perseguidos por el gobierno por querer cambios positivos para su país: familiares de presos de conciencia, activistas de los derechos humanos, iglesias, bibliotecas independientes.

Con esa intención escribimos en Solidaridad Española con Cuba la primera guía turística y solidaria de Cuba, que no solamente da al viajero información sobre turismo, sino que además informa acerca de todas estas dignas personas y sobre cómo apoyarlas. La guía ha sido presentada en Polonia y traducida al polaco por el Instituto Lech Walesa.

Aludiendo al título de este artículo, la Cuba que viene será, sin duda, libre y democrática. Y mientras tanto, todos debemos solidarizarnos con los que más lo merecen en Cuba.

Los polacos, por su carácter y por su historia, están llamados a desempeñar un destacado papel en las filas de la solidaridad internacional con la bella causa de la libertad para Cuba.

Ricardo Carreras Lario
Presidente de Solidaridad Española con Cuba

Para más información

www.solidaridadconcuba.com

Para descargarse la guía turística y solidaria de Cuba en polaco:

http://www.solidarnizkuba.pl/wiadomosci,przewodnik

Igualmente, el viajero solidario puede obtener información acerca de las dignas Damas de Blanco -en español- en:

www.damasdeblanco.com

Autor: Ricardo Carreras Lario (publicado en Znak)