Indiscutiblemente, esta ausencia de arraigo ciudadano se hace cada vez más evidente para la población nacional y la opinión pública mundial. Ante la desnudez de las evidencias, el régimen castrista emprende innumerables maniobras para, por una parte, continuar apuntalando ideológicamente al autócrata de turno y, por otra, garantizar la supervivencia material del sistema monopolista. Al interior de la isla, amen de la tradicional represión, se vienen sucediendo por ejemplo farsas electorales que darán al traste, en febrero del 2008, con otra avasallada Asamblea Nacional del Poder Popular. De cara al exterior, el absolutismo de los Castro profundiza relaciones bilaterales con estados autocráticos como es el caso de Irán, y populistas como lo es el de Venezuela, en ambos casos con la incierta esperanza de, entre otros, apaliar la paupérrima situación económica del país.

Por su parte, el movimiento cívico democrático de intramuros no se pliega a los designios ilegítimos y continuistas de la castrocracia. Perseverando en una Cuba libre, independiente y democrática, miles y miles de compatriotas a lo largo y ancho del archipiélago manifiestan diariamente su descontento con el estado de cosas. Sus testimonios ora burlan las tenebrosas ergástulas del castrismo, como lo demuestran las misivas publicadas en la presente edición de la autoría de los prisioneros de conciencia Rolando Jiménez Posada, Lester González Pentón y Héctor Maseda Gutiérrez; ora son frutos de la imaginería política de múltiples organizaciones de la sociedad civil y la oposición política, como por ejemplo la Campaña Foro Cubano.

Así las cosas, hoy más que nunca la Comunidad Internacional tiene un importante rol que desempeñar en la ineludible democratización de Cuba. El grave estado físico y mental de Fidel Castro Ruz, hace que pocos en el orbe lo consideren capaz de retomar las riendas del poder. Durante casi cinco décadas de despotismo, muchísimas personalidades e instituciones, políticas como no políticas, han contraído comprometedoras y embarazosas deudas con el mesiánico caudillo del Caribe; deudas que, manipuladas eficazmente por el régimen, paralizaron en su momento la solidaridad global para con la causa de la libertad y la democracia del pueblo cubano.

Ahora bien, el sucesor promulgado, Raúl Castro Ruz, no solamente carece del otrora engatusador “carisma” del consanguíneo octogenario, sino que además en la arena internacional escasos actores han sido entrampados por el actual castrense interino. Partiendo de estas circunstancias y asumido el origen viciado del desgobierno castrista, en particular su desarraigo popular, es menester que las naciones democráticas del mundo y las personas de buena voluntad brinden solidaridad y legitimidad a quienes apuestan por un sistema de gobierno basado en el libre consentimiento de la ciudadanía; esto es, los demócratas cubanos.

Autor: Alexis Gainza Solenzal, Director de Misceláneas de Cuba (publicado en Misceláneas de Cuba)