El trovador Pablo Milanés impulsa el cambio en Cuba a través de sus canciones
El teatro Mella, en el barrio habanero del Vedado, se vino abajo el pasado día 26 cuando el trovador Pablo Milanés terminó de cantar Dos preguntas de un día. Con palabras de andar por casa, reales y duras como la vida, la canción cuenta una historia bien conocida por los cubanos: ‘Mi hermano Jacinto / que vive en La Habana / no sabe si su hija / que tuvo una nieta / que aún no ha conocido / sabrá que su madre / murió de repente. Las autoridades no lo dejan salir…’. Milanés, uno de los artistas más queridos en el país y por mucho tiempo emblema de la revolución, reflexiona al concluir este tema: ‘¿Ha valido la pena? / Pregunto, no sé / Ha valido la pena? / Respondo, no sé’.
El público que abarrotó el Mella en la presentación de Regalo, su último disco, recibió su mensaje con aplausos encendidos. Y similar complicidad cosecharon otras de sus canciones nuevas, como La libertad o Suicidio. En una de las estrofas de esta última, el músico lamenta: ‘Nada me vale lo mismo que ayer / hay cien motivos para no creer / lo que ayer era una ilusión / hoy se impone como una razón…’, y acaba desgarrado, ‘quiero volver / quiero aferrarme a mi pasado / ¿dónde está?’.
En la platea había mucha gente de la generación de Pablo, la de los 60 años, pero todavía eran más los jóvenes y adolescentes, todos en sintonía. Al concluir el concierto, una mujer madura que moqueaba de emoción se limitó a observar que aquellas letras profundas eran ‘algo muy necesario’ en ‘estos momentos’ de su país. No pudo expresarlo mejor: como ella, hoy son muchos los cubanos que quisieran que las inquietudes comprometidas de Milanés y de otra gente como él sirvieran de revulsivo en la isla para el año que comienza.
Según la terminología oficial, 2008 será el año 50 de la revolución. Y para bien o para mal, será también el año de los cambios. Desde hace 17 meses, los que Fidel Castro lleva vestido con chándal deportivo, en Cuba es el asunto principal, pero los cambios, cuales sean, no acaban de llegar y son cada vez más las voces que tratan de romper inercias dentro del sistema y generar conciencia de que es tarde para dejarlo todo para mañana.
En los debates celebrados en la isla en los últimos meses por iniciativa del presidente interino, Raúl Castro, el malestar brotó a borbotones: la dualidad monetaria, el transporte, la precariedad de la vivienda, el exceso de prohibiciones, la falta de estímulos, el deterioro de la salud y la educación… Las dificultades de la vida cotidiana, a estas alturas, más que agobiar aplastan, y sobre todo el problema de los salarios, que no alcanzan para casi nada y no se corresponden con los elevados precios de los alimentos y de otros productos básicos.
‘Mucho se está jugando hoy en Cuba y mucho se espera de los jóvenes’, dijo recientemente en un discurso el dirigente juvenil Carlos Lage Codorniú, hijo del vicepresidente cubano. Tocó el cogollo del problema al asumir como necesario repensar el modelo socialista ‘entre todos’, y plantear que las ‘soluciones’ que requiere su país no pueden ser ‘cosméticas’.
Si el primer año de la enfermedad de Fidel Castro fue de tanteos e incertidumbres, a partir del pasado 26 de julio, cuando el presidente en funciones Raúl Castro pronunció un discurso autocrítico y anunció la introducción cambios ‘estructurales y de concepto’ en la economía, se generaron expectativas notables.
Luego vinieron los debates sobre aquel discurso y la exhortación oficial a hablar con libertad sobre los problemas y proponer soluciones. ‘La gente se explayó, pero fueron pasando las semanas y de nuevo decayó la ilusión del cambio, un cambio al que todavía nadie ha puesto nombre ni se sabe su alcance, pero que todo el mundo quiere’, afirma un académico, militante del Partido Comunista Cubano (PCC). No es un secreto que dentro del partido comunista y en la sociedad en general son cada vez más los que plantean que hoy lo contrarrevolucionario es no moverse y empujan en la dirección del movimiento, aunque los equilibrios, hay que imaginar, son difíciles.
La última sesión del Parlamento de nuevo aclaró el horizonte… Raúl Castro pronunció un discurso en el que vino a decir que el cambio va, pero que será lento. Habló de la existencia de ‘prohibiciones y medidas legales’ que ‘han sido superadas por la vida’; entre ellas, las que impiden a los cubanos entrar y salir libremente de su país, a las que Milanés alude en su canción. También dijo que se pondría la tierra ‘en manos’ de quien produce con eficiencia, y que se trabajaba en ‘el perfeccionamiento del sistema empresarial vinculado a los resultados’.
Reiteró Raúl el llamamiento a la democratización interna del PCC, hecho días antes, al pedir a los dirigentes que sepan ‘crear el ambiente propicio para que los demás se expresen con absoluta libertad’.
‘Todos quisiéramos marchar más rápido, pero no siempre es posible’, dijo el jefe del Ejército, y mencionó la necesidad de ‘forjar consensos’. Fidel Castro envió un mensaje a la Asamblea Nacional respaldando a su hermano. Algo que no ocurría de forma explícita desde que el 31 de julio de 2006 delegó en él ‘provisionalmente’ todos sus poderes y cargos, días después de ser operado de urgencia debido a una grave crisis de salud.
Sentadas estas bases, comienza en Cuba el año 50 de la revolución, para muchos decisivo. La generación histórica de la revolución desaparece, y el tiempo apremia a sus fundadores si quieren guiar unos cambios que la historia hará de cualquier modo, alertan figuras políticas desde dentro del sistema. En la calle, la gente simplemente vive y espera.
Los hay, como Milanés, que tratan de ‘hacer pensar y reflexionar’ con sus canciones, para que la revolución que defendieron logre reinventarse; otros han perdido la fe; otros están paralizados por la inercia; otros quieren romperla. ‘Llega la noche, me invade el cansancio / de un día de bregar / me voy hasta mi lecho: nada nos cuesta soñar’, cantó Pablo en el teatro Mella. Su concierto para presentar Regalo fue reseñado al día siguiente por el diario oficial Granma de la siguiente forma: ‘Se despidió dejando la sensación de que escucharlo puede ser un gran riesgo. Sus canciones te ayudan a cambiar la vida’.
Autor: Mauricio Vicent (publicado en El País)