Sucedió con la habitual desfachatez con que ha actuado en su largo reinado: Fidel Castro no apareció ante las cámaras marcando la cruz en el círculo central, como él mismo instó a hacer a todos los ciudadanos.

Escondido y sin fotos, Castro demostró una vez más que puede hacer lo que se le antoje sin ser cuestionado: violó la Ley Electoral y votó fuera de su circunscripción. Peor aún, escogió de vocero a Randy Alonso, uno de los personajes más deleznables del actual panorama político. Aquí el sentimiento fue de repulsa cuando el «galán televisivo» alzó la carta con la firma del dictador.

Con la misma carga de ironía y falta de respeto, el diario oficialista Granma ha publicado un compendio de cuatro hojas y media —el periódico tiene sólo ocho páginas— que, más que aclarar, ha llenado de dudas a la gente.

«No entiendo nada. ¿Cómo es posible que todos hayan salido electos con tan alta puntuación, si hay miles de personas que no votaron por todos?», dice un hombre que hojea la prensa en el céntrico Parque Céspedes, de Santiago de Cuba, y al mismo tiempo, ojea a su alrededor, cuidándose de posibles moros en la costa.

«Imagínese que aquí mismo existen muchísimas personas que armaron tremendo choteo con las elecciones y decían: voy a votar temprano para que me dejen tranquilo y de paso les jodo la boleta; pero no, esto que estoy leyendo es lo último que pueden hacer estos comunistas», añade.

Las cifras ¿hablan?

Más allá de la manipulación global que representan estos seudocomicios, al analizar los resultados oficiales pueden descubrirse, entre líneas, muchos datos que fueron publicados porque no les quedó otro remedio. O quién sabe.

Los pobladores de la circunscripción de Fidel Castro, en el populoso Distrito José Martí, recuerdan sus palabras de 1993, cuando prometió que la escasez de agua se acabaría para siempre. Este año lo volvió a prometer Raúl. Y así van las cosas.

«Ya perdí la esperanza de tener agua en el fregadero de mi apartamento», comenta Luisa, quien vive en un quinto piso en el mencionado distrito. Ella coreó a Fidel en las primeras elecciones en las que se pidió «el voto unido».

«Nos creímos todo aquello de que cambiarían las condiciones de vida, pero yo no puedo seguir cargando cubos de agua, mi edad no me lo permite», concluye mientras señala hacia la cisterna colectiva, principal atracción del barrio en la mañana dominical.

Santiago de Cuba resultó, por primera vez desde 1959, la provincia con más baja participación del país (95,22%), según los datos oficiales.

Por otra parte, es curioso el sentimiento de desprecio que sienten los santiagueros por su máximo dirigente comunista, Misael Enamorado Dager. Lo que se palpa en la calle esta vez, ha sido expresado en datos, aunque todavía con números discretos. Ha llamado la atención aquí que en los mismos colegios donde se postuló Fidel Castro, votara por él un 98,26%, mientras que por Enamorado sólo lo hizo el 74,78%, lo que le convirtió en el segundo peor valorado del país.

En Santiago de Cuba, una ciudad paralizada en el tiempo y todavía llamada «cuna de la Revolución» por los seguidores del régimen, solamente el 89,83% votó por todos los candidatos, de acuerdo con el informe oficial. Pero hay más significados: 22.407 personas depositaron sus boletas en blanco y el 10,17% hizo «voto selectivo», incumpliendo así las orientaciones de Castro.

«No voté por todos, porque el Enamorado ese no ha hecho nada por mejorar la situación desastrosa que tenemos en Santiago, sin agua, sin comida, sin transporte, sin nada de nada», afirma una mujer en el portal de su casa. Lo hace con desparpajo, sin medir las consecuencias de sus opiniones públicas.

«Cómo no íbamos a ir a votar, si nos tenían locos, metiéndose en la casa, en el trabajo, hasta en las funerarias, para convocar a la gente», dice otro, un vendedor ambulante «de lo que aparezca». Responde con sumo cuidado al ver acercarse a un agente de la policía: «Esta Revolución es lo más grande del mundo, el enemigo no podrá destruirnos», concluye con un guiño.

Pachanga machadista

En los últimos 15 años, la situación de insalubridad que vive Santiago de Cuba, especialmente en el área donde salió «electo» Castro, mantiene irritados a miles de habitantes. «Mira que han prometido que tendremos agua, pero sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando hay elecciones», comenta a viva voz un hombre que viaja en una camioneta de transporte público, y recibe muestras de aprobación entre el resto de los pasajeros.

La vieja frase machadista de «agua, caminos y escuelas» parece estar de moda por estos días entre la población, que asumió jocosamente la «campaña lectoral» como un momento más de las arrebatadas poses castristas. En una ciudad sin agua, con calles plagadas de baches y sin maestros en las escuelas, vendría bien que Fidel, o mejor aún, Misael Enamorado, prometieran y resolvieran —antes de la siguiente pantomima electoral ¿del 2013?— los problemas vitalicios de la gente.

Las fotografías de Fidel Castro por todos lados, los artistas y deportistas convocando a «votar por todos», y las movilizaciones de personas y medios técnicos para «garantizar el éxito», marcaron el momento. Resultó ser lo mismo de siempre, un espacio que recuerda el popular estribillo de la era republicana: «¡aeh, aeh, aeh la chambelona!».

Autor: Luis David Pardo (publicado en Cubaencuentro)