Están retocando la momia de Lenin. La han sacado del mausoleo en donde se exhibe, en la plaza Roja de Moscú, y durante dos meses le darán un revoque general. La vida es una escritora formidable y abunda en metáforas tan redondas como ésta: véase el sistema socialista soviético convertido en una momia apolillada a la que, para colmo, hay que maquillar y recauchutar de cuando en cuando, con el fin de intentar disimular su irremisible condición de muerto remuerto y repodrido.

No es la única momia comunista que hay en el mundo. En el último Arco fue muy celebrada una escultura del artista madrileño Eugenio Merino; representaba a Fidel Castro convertido en un zombi horripilante de película de terror, con un ojo bulboso derritiéndosele por la mejilla abajo. Un socarrón retrato de su condición de muerto viviente. Cuanto más dictatoriales son los políticos, más parecen cultivar el loco e inútil afán de vencer a la muerte. Fidel, como Franco, quiere dejarlo todo atado y bien atado. A un hombre que ha mandado tanto y de manera tan abusiva le cuesta comprender que el paso del tiempo ha derrumbado imperios y que convertirá su puño totalitario en un montoncito de polvo y cenizas. Estoy segura de que, así como la sociedad española desató los roñosos nudos del franquismo, la realidad cubana también acabará imponiendo su sensatez sobre el momificado y obsoleto sistema castrista. Soy jurado del primer premio literario de Bibliotecas Independientes de Cuba, y acabo de leer unas novelas que han sido escritas en la isla y sacadas de allí clandestinamente: y qué terrible, angustiosa e injusta es la realidad de la Cuba que retratan. Asombra que un régimen así se haya mantenido durante tanto tiempo, pero aún asombra más que siga habiendo gente que apoye a semejante momia y se empeñe en recoserla y repintarla.

Autor: Rosa Montero (publicado en El País)