Han pasado ya cinco años y les sigue doliendo como el primer día, cuando les tocó empezar a vivir separadas de sus esposos, hijos, hermanos o padres. El Gobierno cubano, que ahora hace alarde retórico de abrir sus puertas al diálogo, encarceló a sus seres queridos precisamente porque quería acallar sus voces, porque quería sepultar cualquier intento de diálogo entre el pueblo cubano y sus gobernantes.

Aquella Primavera Negra de Cuba dio como respuesta un grupo nutrido de mujeres que comparten un mismo deseo y que están unidas por un mismo dolor: las Damas de Blanco. En estos cinco años no ha habido un domingo que no se haya visto caminar por La Habana a esas mujeres, que visten de blanco y que van cantando y regalando flores para pedir al Gobierno cubano que libere a sus familiares encarcelados.

Cada una de ellas arrastra a sus espaldas una historia de verdadera heroína: una madre, Yamilé, que desesperada por el sufrimiento de ver a sus hijos sometidos a malos tratos psicológicos en la escuela, tuvo que abandonar Cuba, y con ella dejar detrás de sí su casa, su familia y su marido tras los barrotes de prisión. Hay también una hija, María Libertad, que tiene justo cinco años; cuando a su padre lo encarcelaron su madre estaba aún embarazada de ella. Otra mujer está aún rota por el dolor porque su esposo, el prisionero político Miguel Valdés Tamayo, murió después de ser excarcelado por problemas de salud a causa de las enfermedades que padeció en la cárcel. Y hay un lamento que llega desde prisión, el del preso Horacio Julio Piña, su madre murió hace una semana; Ada Rosa se dejó la vida pidiendo libertad para su hijo.

Éstas son algunas de esas mujeres que se han convertido en un símbolo de paz, dignidad y valentía que cumple esta semana cinco años. Nada les ha impedido alzar sus voces. Sólo falta que el régimen castrista deje de hacerles oídos sordos, atienda su petición y permita a su pueblo vivir en paz y en libertad. Hoy rememoran el dolor, pero también debemos celebrar la victoria de haber demostrado que frente al amor, la paz y la justicia el régimen cubano se ha quedado sin armas.

Autor: María Ángeles Altozano (publicado en El País)