Más de medio centenar de periodistas españoles fueron homenajeados esta semana en Cádiz. Fueron defensores de la palabra y la libertad, represaliados por el franquismo por el simple y legítimo hecho de expresar libremente sus ideas. Ahora, la mayoría ya no está para contarlo. Esos periodistas y sus familiares, reunidos de nuevo para denunciar este atroz ataque a la dignidad del hombre -aunque pasen décadas, el dolor deja huellas-, me evocan a otros presos y familiares que hoy día denuncian públicamente los mismos atropellos.

He recordado a la veintena de periodistas cubanos que el castrismo tiene encarcelados por haber expresado, de una manera libre y pacífica, sus ideas contrarias a las que pregona la dictadura de Castro. Y he recordado a sus esposas, hijas y madres que, al igual que los familiares de los periodistas españoles, piden libertad y justicia para ellos. Si triste resulta recordar periodos de represión pasados, más triste resulta recordar- y reconocer- que actualmente también se condena a periodistas a la miseria del silencio.

Franco encarceló y fusiló a centenares de escritores, creó un registro de periodistas que sólo incluía a los afines a su ideología y dónde él encabezaba la lista, y prohibió las publicaciones independientes. Idénticas medidas represivas aplica Fidel Castro. En Cuba ahora, como entonces en la España de Franco, solo la prensa afín al régimen tiene el beneplácito del gobierno, las publicaciones políticas o independientes no se consideran legales, es más, sus impulsores son perseguidos y encarcelados. Así les ocurrió a Raúl Rivero y a Ricardo González cuando impulsaron la revista De Cuba.

Queda claro que los dictadores, cualquiera que sea su ideología, comparten un mismo patrón de comportamiento: oprimir y quitar la palabra a todo aquel que no esté de su lado. Los periodistas cubanos encarcelados, como entonces los periodistas españoles condenados, dan fe de ello. Como periodista y como gaditana, quiero unirme al homenaje de aquellos periodistas de Cádiz, defensores de la verdad hasta sus últimas consecuencias. Y quiero también pedir la solidaridad con los que en Cuba quieren seguir contando la verdad, para que el régimen castrista les devuelva el derecho a hablar con libertad.

Autor: Mª Ángeles Altozano