Una excursión a la Isla de los espejos proporcionará la increíble oportunidad de vivir unos días maravillosos a los turistas. La cuestión es que estará en la Isla y no lo estará. Podrá visitarla sin salir de su casa y se preguntará cómo puede estar en un lugar y no estar.

Todo es producto del reflejo de la realidad que se arma a partir de creer en lo no existente como existente. El requisito indispensable para disfrutar la estancia en este Paraíso terrenal es confiar a pie juntillas que lo que ve en las pantallas y los espejos, y lo que lee en los carteles de consignas es cierto, y desdeñar la realidad concreta por engañosa.

Por ejemplo, si ya una vez en la Isla oye hablar de cambios en la forma de gobierno, no lo crea. Son afeites necesarios para no perder del todo la tez acartonada que esconde el verdadero rostro o, eso sí, la necesidad de cambiar su moneda fuerte por papelitos sin valor real. Así sucede con casi todo, para no pecar de exagerado.

Muchos de los productos que se venden en las tiendas a precios multiplicados por cuatro son fabricados en talleres clandestinos, de donde llegan a los estantes de los comercios en los mismos carros distribuidores.

Si usted acude a un lugar donde la entrada es mediante un turno, podrá tener el suyo y quedarse fuera también por no utilizar la llave mágica del peso convertible. Los productos normados por la tarjeta de racionamiento, además de estar subsidiados por el gobierno, no duran en las bodegas ni un mes, pues si no son revendidos por el dependiente, se pierden en el almacén del comercio por el arte magia del administrador, porque uno de los requisitos para administrar cualquier cosa en la Isla de los espejos es conocer bastante de magia. Lo ves aquí en mi mano o en la pantalla del televisor y luego, ¡se perdió! ¿Dónde está?

Eso justamente ocurrió a una vecina, la que perdió la cuota completa del racionamiento familiar porque cuando fue a buscarla le dijeron entre sonrisas que ya no existía, y sólo le quedó la promesa de que se la repondría al mes siguiente.

Hace unos días un documental sobre un cuantioso rebaño vacuno ocupó media hora en un canal de televisión. Lo único que no dijeron es que eran solamente para mostrarlos. Quizás fueran animales prestados por alguien de India, país donde las vacas son consideradas sagradas. Aunque aquí no lo son tanto, si pueden ser la causa de unos cuantos años de cárcel si las arañas con la punta del dedo.

Sin embargo, lo más curioso de todo lo que en esa Isla sucede, es que todo lo que se produce aumenta en número de manera vertiginosa y sin ninguna intervención transgénica. Simplemente, presentan imágenes y más imágenes de productos agropecuarios en las pantallas de la televisión donde se reproducen con una obstinada fertilidad en parcelas regadas por mega hertzios.

¡Embúllese! Visite la Isla de los espejos y probará que lo que le digo aquí se queda corto ante la realidad.

Autor: Lucas Garve