La historia de las relaciones comerciales entre la antigua URSS, la moderna Rusia, y la dictadura comunista cubana ha atravesado las fases lógicas de la evolución experimentada por la nación europea que, de contemplar al régimen castrista como un instrumento de poder en los tiempos ya lejanos de la «guerra fría» al que había que financiar para mantener a raya a los Estados Unidos, lo convirtió en un asunto espinoso, sobre todo después del derrumbe del muro de Berlín y la desaparición del sistema comunista en Europa oriental.

En aquellos lejanos tiempos, Fidel Castro no reparó en halagos y demostraciones de agradecimiento continuo a quién, durante décadas, había financiado buena parte de las campañas internacionalistas del régimen, incluida las acciones subversivas y el apoyo a una amplia gama de organizaciones cuyo único objetivo era derrocar las estructuras democráticas de poder, para aproximarlas al modelo estalinista que se considera ideal para las clases trabajadoras. A su vez, los países del Este de Europa agrupados bajo la institución del CAME, permitían al régimen cubano obtener ganancias del comercio del monocultivo del azúcar, en tanto que el intercambio de los denominados «artículos pajarera», facilitaba la obtención de recursos para su destino a los mercados abiertos.

Aquellos tiempos evolucionaron, y muchos de los países del Este de Europa sometidos al dominio soviético rompieron rápidamente lazos con el régimen castrista a comienzos de los años 90, tras el derrumbe del socialismo real. En la actualidad estos países, socios de pleno derecho de la Unión Europea, son el baluarte de la nueva política de la Unión hacia Cuba, una mezcla de concesiones y de vigilancia de los derechos humanos, cuyo diseño ha sufrido algunos cambios recientemente, pero que viene a incidir en la necesidad de superar el comunismo como una experiencia fracasada, improductiva y que genera más desigualdades e injusticia social, si cabe, que cualquier organización basada en la economía de mercado y la libertad.

La visita de la delegación rusa a Cuba hay que valorarla en su justo término. Todavía están recientes los acontecimientos relacionados con el cierre apresurado de la central de espionaje de Lourdes, el último baluarte de la guerra fría en territorio cubano, que fue un obstáculo permanente en las relaciones de Rusia y Estados Unidos. Como no podría ser de otro modo, cuando éstas atraviesan dificultades, Cuba aparece en el primer plano de interés ruso internacional, y viceversa. Algo de ello ha debido suceder para que los empresarios rusos hayan prestado alguna atención a La Habana, después de haberla abandonado a su suerte a comienzos de los años 90.

De momento, la economía que sostuvo el output de la economía cubana por la vía de subvenciones al azúcar, apenas comercia con la Isla 363 millones de dólares, menos del 5% del total del comercio exterior de Cuba, ocupando el décimo puesto en el ranking exportador. Las delegaciones de los dos países han indicado que son prioritarios para el fomento de una cooperación mutuamente ventajosa sectores como el petróleo, turismo, salud, níquel, transporte, cítrico y finanzas. También se han referido al campo de las comunicaciones, la nanotecnología, la construcción naval, la formación profesional y el desarrollo perspectivo de la transportación de carga y pasajeros. La cuestión es de qué modo puede el régimen cubano plantearse una acción en cada uno de estos sectores cuando carece de medios incluso para alimentar a su población. No conviene olvidar que al final el problema es el mismo, para poder comerciar y obtener ganancias de esta actividad a nivel mundial, se necesita algún tipo de especialización, y la economía cubana no está para grandes esfuerzos. Los empresarios rusos exigirán el pago por sus operaciones y, en modo alguno, van a aceptar trueques o intercambios a la antigua usanza, porque han aprendido la lección y no encuentran beneficio alguno de fiar a uno de los países más endeudados del planeta. Algo parecido han debido pensar los chinos, cuyo volumen de comercio con la Isla tampoco parece haber aumentado de forma espectacular pese a la propaganda del régimen.

Por último, me pregunto qué habrán pensado los funcionarios cubanos, casi todos educados en la oficialidad soviética y el estalinismo ya desaparecido en la moderna Rusia, al comprobar la composición de la delegación rusa. Empresarios jóvenes, educados en las técnicas del marketing y del comercio, del beneficio a corto y medio plazo, en la gestión de finanzas y en suma, en todos aquellos conocimientos que escasean, por desgracia, en la Isla. El choque cultural y de valores ha debido ser formidable, sobre todo si pensaban que los que iban a regresar a Cuba eran los antiguos «camaradas» ideológicos. Muchos de ellos ya han desaparecido. Otros en paradero desconocido. Los únicos que todavía sobreviven son los cubanos. Una buena muestra de la peligrosa y dañina longevidad del castrismo. Y así les van las cosas.

Autor: Elías Amor Bravo (publicado en Proyecto ProCubaLibre)