La frase “no confiable” parte a la nación en dos. Se extiende como un denso vapor por la isla. Se es confiable o no, políticamente.

La licenciada en Derecho, Mariela Cedeño, de 37 años, residente en Las Tunas, trabajó como abogada defensora en los tribunales municipal y provincial de la esa provincia. Fue también profesora de la Facultad de Derecho, criticó al gobierno y se unió a la oposición pacífica. Actualmente es vice delegada provincial de la Confederación Obrera Independiente de Cuba (CONIC) en Las Tunas. Ya no es confiable.

El ingeniero mecánico Robert González, de 27 años, residente en Guantánamo, no encuentra trabajo en su especialidad a pesar de que existen plazas vacantes. ¿Razón? No es confiable. González es delegado provincial en Guantánamo Sur de la CONIC. No hace mucho fue separado del Combinado de Servicios Técnicos y Electrónica, donde trabajaba como técnico medio en refrigeración.

No es suficiente ser un buen trabajador en Cuba, o estudiante aventajado, buen vecino, buen esposo, si no se comulga con la ideología oficial, lo que se convierte en fuente de injusticia y marginación.

Una pregunta se impone antes de que el ciudadano pueda matricularse en la universidad, o aspire a un puesto laboral más alto: ¿Es confiable? Y por ahí sigue la caravana de papeles, avales firmados y acuñados por los jefes de las organizaciones políticas del barrio, el municipio, la provincia. ¡La de nunca acabar! Y si no se le considera un tipo confiable, olvídese de los peces de colores.

No debiera mezclarse (pero se mezcla) la lealtad al régimen con la capacidad profesional. Así ocurre desde hace medio siglo.

Simón Pérez, con setenta años en el alma y las costillas, es jefe de una carpintería en Ciudad de La Habana. Cuando le preguntaron: “¿Qué espera de sus operarios?”, respondió: “Que sean personas decentes, que le pongan amor a su trabajo”.

Autor: Reinaldo Cosano Alén (publicado en Cubanet)