‘Si te cogen con una docena de huevos, te meten preso’. Así de tajante es la afirmación de Yoanis, una vecina de la provincia cubana de Matanzas. Su comentario parece desmedido, pero lo cierto es que se repite con asiduidad entre los cubanos. Están inquietos. Una normativa pensada para combatir la especulación con productos de primera necesidad les ha puesto nerviosos.

‘La cosa está muy mal. No puedes llevar nada que no sea para tu consumo, y dentro de unos límites. No se pueden juntar alimentos. Hay un viejito que trae piñas de su finca para venderlas en las casas particulares y tiene que esconderlas bajo una manta, porque como le pillen…’, prosigue.

El origen de esta situación se remonta al pasado 30 de septiembre. Ese día, el diario ´Granma´, periódico oficial del Partido Comunista, anunciaba la ´ofensiva´ del Gobierno contra el ´acaparamiento´ en tiempos de escasez, provocada por el paso de dos fuertes huracanes, ´Gustav´ y ´Ike´, que arrasaron con los productos del campo.

La norma incluye la imposición de un tope a lo que puede comprar cada persona y afecta a productos básicos en la dieta del cubano como el arroz, los frijoles o el aceite, del que no se permite adquirir más de dos botellas por persona. ‘A quienes violen la ley en las circunstancias especiales actuales se les aplicarán severas multas y sanciones’, advertía el partido. Desde el decomiso de las mercancías hasta la cárcel.

Intenso debate social

Estas medidas has provocado un gran debate en la sociedad cubana. Y situaciones disparatadas:

‘El otro día conseguí comprar seis trozos de pollo y todavía no he podido traerlos a casa. Si te ve la policía, te para, te pregunta qué llevas, dónde lo compraste… Y te lo puede quitar, e incluso meterte preso’, se lamenta una mujer del barrio habanero del Vedado.

‘Mira cómo tengo la casa’, añade su vecina mientras muestra unas paredes desconchadas y llenas de humedades. ‘Pero no puedo arreglarlo porque no podemos traer cemento ni material de obra. Es todo para que reconstruyan sus casas los afectados por los huracanes, al resto si nos ven…’.

En realidad, el problema de fondo que se oculta tras estas quejas es otro: al margen de las vías y las tiendas oficiales, en Cuba existe un mercado clandestino reconocido por todos y al que sus habitantes acuden en busca de productos más baratos.

Así, los campesinos venden a particulares parte de sus cosechas, los trabajadores de las fábricas ´trapichean´ con los bienes que producen, las casa que atienden a turistas hacen ‘lo que sea’ para obtener alimentos ´prohibidos´ como la carne de ternera o la langosta (destinada por el Gobierno sólo para los hoteles y la exportación)… Y ahora, con la nueva normativa, este ´mercado B´ está bloqueado. Nadie quiere arriesgarse a recibir una sanción.

Aunque existen fórmulas. ‘Yo pago a un chico para que salga por ahí y me consiga las cosas, porque mi proveedor no quiere jugársela y en los mercados no hay de nada’, cuenta el responsable de una casa particular. ‘No me importa cómo lo haga, pero yo tengo que ofrecer al turista lo que me pide’, sentencia misterioso.

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Autor: Esmeralda Rojo (publicado en El Mundo)