El presidente cubano Raúl Castro se va de viaje. Será el primero desde que asumió oficialmente la presidencia del Consejo de Estado el pasado mes de febrero. El general Castro dedica esa deferencia a Brasil, más concretamente al presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva.

El motivo del viaje es la Cumbre América Latina y el Caribe que auspicia Lula, para abordar de conjunto la compleja situación económica internacional, sus repercusiones en la región y otros asuntos de estrategia menor. Una oportunidad para el intercambio que tendrá como sede a San Salvador de Bahía, del 16 al 18 de diciembre.

El protocolo diplomático no ha decidido todavía si será o no una visita de Estado. Cuestión de matices pero Itamaraty, la cancillería brasileña, es así de exquisita en sus detalles. Lo concreto es que el general Castro ya ha confirmado su asistencia a la pintoresca ciudad, que fue en su tiempo la primera capital del Brasil colonial; la cuna donde se asientan los cultos sincréticos a Obatalá, Ogún y Yemaya, el Candomblé, que importaron los negros yorubas traídos de Nigeria como esclavos.

Diplomacia y cultura aparte, hay un interesante aspecto político en este viaje, que despierta algunas preguntas. ¿Por qué el general Castro no dedicó a Venezuela, a su presidente Hugo Chávez, esta primera visita al exterior como Jefe de Estado? A fin de cuentas, el régimen castrista la debe a Chávez no sólo una suma millonaria de dólares, sino quizás, su permanencia en el poder. Y conste, que el “quizás” está escrito con moderación.

Sin la ayuda de Chávez, el general Castro y sus satélites históricos, difícilmente hubieran podido superar la abrupta escalada que llevó los precios del petróleo cerca de los $150 dólares el barril hace unos meses. Claro que ahora las cosas han cambiado. Cuba sigue necesitando esa transfusión de crudo, pero el oro negro está más disponible en el mercado.

¿Será que Chávez es cada día más prescindible en el criterio político estratégico del raulismo?

El canciller Celso Amorín ha dicho que Brasil quiere convertirse en el primer socio comercial de Cuba. Una declaración que equivale a decir: queremos desplazar a Chávez de esa posición. Por lo pronto, a nivel de símbolo, (que todavía el castrismo lo sigue siendo para un amplio sector de la nostálgica izquierda latinoamericana) el socialdemócrata Lula se ha anotado un punto frente al socialista bolivariano instalado en Miraflores.

Hablando de nostalgia uno se pregunta cuánto tiene que ver con ese sentimiento el otro viaje anunciado del general Castro. Hace unos días se anunció que el gobernante cubano realizará una visita oficial a Rusia en el primer semestre del 2009 y hace algunas horas se informó que el presidente uso Dimitri Medvédev efectuará una visita a Cuba el 27 de noviembre en el marco de una gira por América Latina.

Creo que la nostalgia no tiene mucho que ver con el asunto. El fortalecimiento de los vínculos económicos y políticos entre ambos países tiene un carácter geopolítico, nada sentimental.

El retorno de Rusia a La Habana significa para Moscú una oportunidad de recordarle a Estados Unidos, que su proyecto de instalar sistemas antimisiles en Polonia y la República Checa, puede tener una contraparte: La reinstalación en Cuba de sistemas de monitoreo satelital y radioescucha que una vez funcionario en la base soviética de Lourdes, ubicada en la provincia habanera.

Las ventajas para Rusia son obvias, sin embargo, las que pueda obtener Cuba son cuestionables. Quizás la más importante sería el impacto que esa decisión pueda tener en cualquier intento de Washington de flexibilizar su política hacia la isla.

Introducir esa variante moscovita en la partida del ajedrez político que algunos aseguran se disponen a entablar Washington y La Habana, complicaría el intento de distensión entre ambas partes.

Cuestión de ángulos porque hay quienes consideran que “la variante moscovita”, le serviría a Cuba para tratar de acelerar el interés político de Washington en resolver el antiguo diferendo con La Habana.

Por mi parte sigo pensando que el nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene muchas más cosas importantes de las que preocuparse, aunque una de las características esenciales de esa posición es la necesidad de atender varios asuntos diferentes al mismo tiempo. Lo demás es cuestión de prioridades.

Autor: Pablo Alfonso (publicado en Diario Las Américas)