Raúl Castro asumió oficialmente la presidencia de Cuba el 24 de febrero de 2008. Prometió «cambios estructurales» y la supresión de «prohibiciones absurdas» impuestas a los cubanos durante décadas. Hoy, tras un año como Jefe del Estado, el hermano de Fidel ha desilusionado a los ciudadanos. Bajo un finísimo barniz reformista asoma la madera del mismo modelo represor.

Las elecciones siguen siendo una farsa, no existe todavía indicio alguno de apertura ni de avance hacia los derechos políticos, económicos y sociales para los cubanos. No hay partidos legales, sigue el férreo control político bajo el mandato del partido único. El general no ha cedido ningún espacio a aquellos que no comparten sus ideas, o más bien sus intereses.

La represión sigue igual de presente en todas las provincias de la isla. La libertad de prensa continúa siendo un concepto abstracto, por la persistencia del monopolio oficial sobre los medios de comunicación, controlados por el Régimen. Según denuncias de Reporteros sin Fronteras, actualmente hay 23 periodistas presos, de los cuales 19 cumplen en marzo su sexto año de injusta reclusión, junto a los demás presos de la Primavera Negra de 2003. El número total de prisioneros políticos se calcula en torno a los 200. A los familiares de los reos que se encuentran en delicado estado de salud se les sigue negando el acceso a los diagnósticos médicos. Hay incluso pasos hacia atrás, como el intolerable bloqueo de transferencias humanitarias privadas por parte de españoles a las Damas de Blanco –familiares de los presos de conciencia–, que comenzó en septiembre de 2008, tras una reflexión del Convaleciente en Jefe.

Raúl Castro mostró en un principio intenciones de hacer alguna apertura económica de peso, pero muchas reformas han quedado paralizadas –según sus mismas declaraciones– por las cuantiosas pérdidas económicas generadas por el paso de tres huracanes en la segunda mitad de 2008 y la crisis mundial. Extraña lógica ésa: el agravamiento de la situación debería ser un acicate para acelerar las reformas, no una excusa para mantener el sistema económico más ineficiente de América.

Entre los cambios que sí se han llevado a cabo se encuentra la liberación de la venta de teléfonos móviles, computadoras y otros electrodomésticos, así como la autorización a los cubanos a entrar en hoteles de lujo. El problema está en que, con un salario base de 12 euros mensuales, la inmensa mayoría de ellos no puede tener acceso a cualquiera de esos productos y establecimientos. En Cuba, igual que hace un año, tan sólo dos o tres de cada 100 personas tiene teléfono móvil, y el acceso a internet es limitado y censurado. El último gran avance han sido las recientes palabras de Raúl Castro en las que decía que, tras cinco décadas de hacer de perro del hortelano, el Estado permitirá a los cubanos que reparen sus propias casas… como puedan.

En julio pasado se decretó la entrega de tierras ociosas y se anunció la concesión de licencias operativas de transporte a particulares. También se notificó retóricamente la suspensión del igualitarismo y los techos salariales. Se han promovido leves cambios retóricos, meramente de forma y no de fondo. Proyectos de reformas que pueden dar imagen de cambio pero que no han modificado la realidad económica de los cubanos, porque el sistema es el mismo que hace 50 años.

Política exterior

En lo referente a la política exterior, Raúl Castro ha buscado desesperadamente consolidarse, obtener legitimación externa y lograr una buena imagen a escala internacional. Días después de su llegada al poder firmó dos pactos de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas. Sin embargo, al día de hoy todavía no han sido ratificados ni, mucho menos, puestos en práctica.

En 2008 recibió a los presidentes de Rusia y China. También viajó a Venezuela, en su primera visita oficial, y a Brasil, a la Cumbre de Costa de Saúpe. Durante los dos primeros meses de este año se ha reunido en La Habana con los presidentes de Guatemala, Panamá, Argentina, Venezuela, Ecuador y Chile. En enero visitó Rusia, Angola y Argelia.

Ha lanzado una ofensiva de relaciones internacionales sin atender los problemas de casa. Pero, lamentablemente, pasar revista en Moscú o recibir a un mandatario internacional no resuelve los graves problemas económicos que asfixian a los cubanos, ni da a éstos los derechos y libertades que tienen conculcados desde hace más de medio siglo.

Su discurso conmemorativo del 50 aniversario de la Revolución fue duro como el granito. Un muro de retórica de búnker en el que se estrellaron las últimas esperanzas de auténtica reforma que podían quedarle al pueblo cubano.

En resumen, ha sido un año tristemente perdido para los cubanos. El régimen castrista sigue caracterizado por la promoción de tres emes: miedo, mentiras y miseria. El esperanzador futuro de Cuba sigue secuestrado por un régimen tan decrépito como insostenible que prolonga su inevitable desmoronamiento.

La oposición democrática se extiende poco a poco por toda la isla. La capa de hielo sobre la que se sostiene la dictadura se quiebra. Sólo queda saber cómo y cuándo sucederá. Los que amamos a Cuba deseamos que sea pronto, que los protagonistas sean los cubanos y que el agua de libertad que nazca del deshielo no se tiña con sangre.

Autor: Ricardo Carreras Lario-Libertad Digital