Diario de Cuba
La vida es el primer derecho humano. Haber recurrido a una huelga de hambre y, finalmente, preferir morir antes que ceder en el reclamo de sus derechos, revela el estado de indefensión al que ha estado expuesto el preso político Orlando Zapata Tamayo, quien ha fallecido en un hospital de La Habana tras 86 días de ayuno.

Aunque en los últimos años decenas de presos políticos se han sometido a huelgas prolongadas por causas similares o diferentes, un acontecimiento de esta naturaleza no se producía desde la muerte de Pedro Luis Boitel, el 24 de mayo de 1972, después de 53 días de ayuno.

Como han señalado familiares, disidentes y exiliados, la culpabilidad de la muerte de Zapata Tamayo recae por partida doble en el régimen de Raúl Castro. En primer lugar, por su inocencia: cumplía 36 años de cárcel solamente por sus ideas políticas. Y, en segundo lugar, porque la integridad de cualquier prisionero es responsabilidad directa del gobierno que lo custodia.

El clima de terror de las cárceles de la Isla es insostenible. Presos políticos y comunes viven en condiciones infrahumanas y reciben un trato degradante. Muchos presos políticos están enfermos y el régimen no sólo desatiende sus necesidades, sino que propicia el empeoramiento de sus estados de salud. Pero la cuestión atañe no sólo a los presos políticos, sino al régimen general imperante en las cárceles.

La muerte de Orlando Zapata Tamayo ocurre en medio de una coyuntura internacional favorable para el régimen de La Habana. América Latina se hace de la vista gorda ante los desmanes de Raúl y Fidel Castro, como fue evidente en la recién concluida Cumbre de Playa del Carmen, México. Por su parte, España procura implementar nuevos mecanismos, pactos y reuniones que sólo conseguirían regalarle tiempo extra a los diseñadores de la tragedia cubana.

La disidencia interna y el exilio tienen con la muerte de Zapata Tamayo un nuevo mártir, pero ni su familia ni él mismo merecían esa suerte en nombre de nada. Sobre todo, porque los hermanos Castro han demostrado ser inmunes ante el dolor de la muerte.

Un hecho como éste no debe quedar fuera de la agenda del presidente Lula de Silva, de visita en Cuba, así como del resto de los mandatarios latinoamericanos en diálogo con el gobierno cubano. Y ha de ser tenido en cuenta por la presidencia de la Unión Europea, que España ocupa actualmente. La solidaridad internacional, de cualquier signo político que sea, ha de estar con los presos de conciencia, con sus familias, con el pueblo de Cuba.

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Editorial de Diario de Cuba
Autor: Diario de Cuba