Daniel Lozano – El Mundo

Los apagones provocados por el paso del ciclón se unen al descontento generalizado y las reivindicaciones de derechos en tres jornadas de manifestaciones en la isla.

Los cubanos han regresado a las calles para protestar transcurridos 14 meses y medio de la rebelión popular del 11J y pese a la salvaje represión orquestada desde entonces por la revolución castrista. El gran apagón nacional, junto al interminable verano de cortes eléctricos, epidemia de dengue y penurias económicas, sumaba hasta ayer tres jornadas de protestas en distintas zonas de La Habana y en el interior de la isla, con los consiguientes cortes de Internet (al menos ocho horas durante la primera jornada, según Proyecto Inventario) ordenados por el gobierno para impedir que la rebelión vaya a mayores.

Los reportes en redes sociales, pese a la censura gubernamental, y el recuento realizado por distintas organizaciones disidentes y opositores han medido la dimensión de la protesta intermitente, que según sus cálculos se ha extendido por todos los municipios de la capital y por la mayoría de las provincias de Artemisa y Mayabeque, según confirmaron a EL MUNDO. Junto a las caminatas nocturnas, cacerolas en mano y mucha indignación, han aparecido nuevas formas de protesta, como los cortes de tráfico en carreteras tan importantes como la famosa Ocho Vías.

«¡La Habana está en la calle! Respeten los derechos humanos de las cubanas y los cubanos. ¡Libertad!», clamó a través de sus redes sociales el Movimiento San Isidro, cuyo líder, el artista Luis Manuel Otero Alcántara, permanece encarcelado desde el 11J del año pasado, condenado a cinco años de prisión por acudir a la protesta pacífica.

«Creo que lo que está sucediendo confirma el nuevo escenario en Cuba de normalización de la protesta social frente al Estado y al gobierno. En ese sentido es la prolongación del 11J y la marca de agua del divorcio entre el régimen y la ciudadanía», advirtió para EL MUNDO Manuel Cuesta Morúa, líder del Arco Iris Progresista y vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática.

Junto a la «canción del verano» (¡Ponme la corriente, pinga!»), convertida en una especie de himno durante los apagones, los cubanos también han gritado por la libertad que no tienen, ante el hastío de su vida diaria, que entre otras cosas ya ha provocado el mayor éxodo de la historia cubana: más de 200.000 personas han huido de la isla en los últimos meses.

«Todo no se va a resolver de golpe, pero todo se irá atendiendo y nadie va a quedar desamparado», repitió el presidente, Miguel Díaz-Canel, como si se tratara de un dogma de fe en su visita a Mayabeque, una de las zonas más afectadas por el paso de Ian. A la destrucción provocada por el huracán se unió el obsoleto sistema eléctrico nacional, que pese a los días transcurridos no ha vuelto a la normalidad.

«Hay evidencia sólida de que el régimen cortó el Internet de forma generalizada durante la protesta, lo cual viola los derechos humanos», denunció Juan Pappier, de Human Rights Watch. En los documentos audiovisuales ciudadanos también se pudo comprobar el despliegue de la Seguridad del Estado y de las tan temidas Brigadas de Respuesta Rápida.

La lista de presos políticos se ha disparado durante un agosto salpicado por las protestas. Según Prisoners Defenders, son ya 1.016 los prisioneros políticos que albergan las cárceles de la dictadura cubana, 43 más durante agosto para un total de 904 procesados desde la rebelión del 11J. La represión cubana supera con creces a las otras dos dictaduras continentales: 244 en Venezuela, según el Foro Penal, y más de 180 en Nicaragua.

«Insistimos en que el régimen respete los derechos constitucionales de sus ciudadanos. Seguimos apoyando al pueblo cubano tras el devastador huracán Ian», recordó la Embajada de EEUU en La Habana. Según medios estadounidenses, el gobierno cubano se ha dirigido a Washington en petición de ayuda.