La magnitud de los daños, que se valora entre 5.000 millones de dólares según estimaciones oficiales «muy preliminares» y en más del doble de acuerdo con organizaciones independientes, deja claro que para el presidente cubano, Raúl Castro, el reto de reanimar la ya maltrecha economía nacional ha subido varios grados de dificultad.

A una semana de que el último huracán, «Ike», abandonara el territorio cubano, el baile de cifras de daños es constante, pero los altos números manejados no dejan lugar a dudas sobre la magnitud del desastre al que se enfrenta Cuba.

«El país ha sido devastado en su infraestructura económica, social y habitacional como nunca antes», admite una «información oficial de datos preliminares» sobre los daños causados por «Gustav» e «Ike» publicado ayer en toda su crudeza en la prensa nacional.

Alrededor de medio millón de viviendas total o parcialmente dañadas en todo el país, cientos de miles de hectáreas de cultivos afectados o totalmente perdidos, decenas de miles de toneladas de reservas de alimentos dañados, más de medio millón de aves sacrificadas, la infraestructura eléctrica, comunicacional y vial arrasada de punta a punta de la isla.

Miles de escuelas, hospitales, clínicas e instalaciones deportivas dañadas, al igual que numerosas empresas y fábricas que, por las afectaciones, todavía mantienen «paralizadas» sus producciones, agrega el extenso reporte.

La catástrofe se produce apenas cuando el gobierno de Raúl Castro empezaba a tomar medidas para reactivar la economía cubana, en un entorno internacional difícil de por sí.

Cuba arrastra un déficit habitacional calculado en más de medio millón de viviendas, con una media anual de construcción de casas nuevas de apenas 50.000 lo que, según admitieron las autoridades hace unos meses, provoca un «alto grado de insatisfacción de la población».

A ello se une la baja productividad del campo, donde sólo se cultiva el 47 por ciento de las tierras fértiles del país, lo que en los últimos años ha obligado a la isla a importar hasta el 84 por ciento de lo que consume, con un coste que tan sólo este año se espera supere los 2.000 millones de dólares.

El nuevo presidente había hecho insistentes llamamientos a «producir más», cuestión elevada a la categoría de «máxima seguridad nacional» en vista del constante alza de los precios en el mercado internacional, tanto de los alimentos como de los combustibles.

Para ello, inició una progresiva descentralización del campo, incrementado el precio pagado por sus productos a los agricultores -que se materializó casi instantáneamente en mayores cantidades recogidas de leche o carne, entre otros- y liberado la venta de aperos y otros utensilios necesarios en el campo.

Y esta misma semana, entrará en vigor la entrega en usufructo de tierras ociosas, apremiada por la «urgencia» provocada por los devastadores huracanes, según un comunicado oficial.

Raúl Castro también eliminó el tope salarial y adelantó una reforma de la ley de seguridad social, restrasando en cinco años la edad de jubilación.

Con todo, en julio echó un jarro de agua fría a las expectativas de muchos cubanos que ansiaban reformas apuntadas en el campo salarial -con una media de 17 dólares- y la doble moneda, cuando dejó claro en el último discurso pronunciado hasta el momento que estos cambios no tenían una fecha concreta y llamó al país a apretarse aún más el cinturón.

Está claro que la catástrofe provocada por «Gustav» e «Ike» no viene a mejorar las perspectivas económicas.

Por el momento, tan sólo se ha adelantado que el azote de los huracanes obligará a un «inevitable reajuste de programas y planes económicos y sociales».

Raúl Castro aún no se ha dirigido directamente a la población para aclarar la incertidumbre que ahora enfrenta el país, en el que no son pocos los que temen un nuevo «período especial», la profunda crisis económica que sufrió Cuba tras el derrumbe del bloque soviético.

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Autor: DiarioCoLatino