Misceláneas de Cuba
La libertad económica fue suprimida por la denominada “revolución” desde el inicio de sus actividades. El modelo que había permitido a la Isla alcanzar niveles de crecimiento económico y bienestar a finales de los años 50 que calificaban a Cuba como la “Suiza de América Latina”, fue suprimido de un violento zarpazo.

Leyes y normas de orientación marxista y leninista trastocaron las estructuras tradicionales de la economía cubana impidiendo que se produjera una transformación real de la base económica del país. Hasta las normas de contabilidad fueron suprimidas en un intento de hacer borrón y cuenta nueva del pasado que se quería enterrar a cualquier precio.

La ineficacia y la irracionalidad del modelo económico comunista trajo consigo, primero, las nacionalizaciones y expropiaciones de los grades propietarios y las principales fortunas del país. Mucho se ha escrito sobre esta cuestión, que ahora no nos merece atención.

Más tarde, antes de que finalizara la primera década, el régimen se encargó de eliminar cualquier vestigio de actividad privada e independiente. Cualquier economista sabe predecir los efectos negativos que sobre la renta permanente, y por ende el consumo, se derivan de decisiones confiscatorias de este calibre.

Todo se hizo depender de las decisiones de una clase de burócratas de partido único, alejados de la realidad, desconocedores de las reglas básicas de funcionamiento de la economía de mercado, y animados y controlados por Fidel Castro en persona, empeñado en continuar destruyendo la economía cubana.

Fracasaron los planes de industrialización, también las campañas azucareras de los “famosos 10 millones” y el talento huyó del país en dirección al norte y a Europa, cerrando cualquier posibilidad al crecimiento económico y el aumento de los niveles de bienestar y calidad de vida.

Fue entonces cuando las generosas subvenciones soviéticas llegaban a la Isla, y se malgastaban en las guerras y guerrillas truculentas de la “guerra fría”, o en experimentos y aventuras de dudosa viabilidad, cuya eficacia para la economía cubana resultaba muy limitada.

Cuando el imperio ruso se vino abajo, y las subvenciones soviéticas desaparecieron junto a la protección artificial del “comercio de pajarera” del CAME, la realidad de la posición de Cuba en la economía mundial, su escasa capacidad productiva y la especialización en bienes y servicios que nadie quería consumir, produjeron el Período especial, la crisis más profunda desde el triunfo de la denominada “revolución” y el momento de empezar a tomar las primeras medidas liberalizadoras en treinta años. Ni siquiera el argumento del embargo podía justificar tal desastre económico del castrismo.

Nada de lo que se hizo entonces sirvió de mucho, porque las reformas en profundidad se suprimieron en cuanto llegaron los primeros petrodólares venezolanos, las remesas de los exiliados a sus familias, o la mejor evolución de los precios mundiales del níquel, ya que el azúcar, años antes, había sido desmantelado como fruto de una decisión personal de Fidel Castro que, con ello, enterraba para siempre, la principal fuente de financiación de la economía cubana en los mercados mundiales.

Las decisiones liberalizadoras fueron corregidas tan pronto como el régimen dispuso del control económico suficiente para afrontar las deudas externas y un nuevo período de centralización arrastró la débil capacidad productiva que se había creado en esos años.

Y así llegamos al presente, en el que arrecian nuevos síntomas de una grave crisis, cuya única salida es la de siempre: más y más restricciones sobre una población abrumada por la escasez, la supresión de las ayudas oficiales y la instalación de una filosofía de sálvese quien pueda, o el último que cierre la puerta.

El responsable de todo este lío es Raúl Castro, que vuelve a demostrar que es incapaz de plantar cara a su hermano moribundo, y definir una línea clara hacia el mercado y la propiedad privada, que es el cambio principal que necesita la economía cubana. Los debates a los que tanta afición tiene el hermano dictador, le han mostrado claramente lo que quiere el pueblo cubano, comer y libertad. Necesidades básicas que el comunismo no garantiza, ni ahora ni después.

La sensación de ridículo en el control de la economía, los continuos fallos y errores en la implementación de las medidas, los tiras y aflojas, el no saber muy bien hacia dónde ir y cómo ir, la debilidad de los argumentos tradicionales (como el embargo o los daños de los ciclones) para justificar tanta ineficacia, van a provocar chispazos en la controlada y vigilada sociedad cubana que, de buen seguro, no puede tardar en estallar, si los informes que llegan de dentro de la Isla son acertados.

El malestar se extiende por las prohibiciones, la doble moneda, la escasa producción de las tierras, las restricciones, el cierre de comedores, la supresión de determinados productos de la libreta de racionamiento, sin las reformas oportunas dirigidas a flexibilizar la economía, a permitir el libre funcionamiento del mercado y un marco estable de derechos de propiedad.

Enlaces: Solidaridad Española con Cuba

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Autor: Elías Amor Bravo-Misceláneas de Cuba