Junto a los permisos de salida que deben pedirse a las autoridades para viajar, constituye otra muestra, per se, sobre la ideología y la estatura humana de la clase dirigente política que se hizo de los destinos de la nación cubana en 1959.

La antes mencionada cláusula acompañó y acompaña en la actualidad el pasaporte de muchos emigrados cubanos. Es la condición infamante impuesta por el gobierno de la familia Castro, a sus enemigos tradicionales: todos los cubanos.

La retirada de este y otros mecanismos de carácter ‘legal’ que forman parte de ‘la vida de nosotros’, constituyen vieja demanda de todos los grupos que luchan por el restablecimiento de la democracia en Cuba.

Como humillantes medidas adicionales, el estado patrón castrista, se abroga el derecho de disponer de la propiedad personal de los que van a viajar. El viejo automóvil familiar, los equipos electrodomésticos y otras propiedades pasan a engrosar el botín del gobierno. Esta es una de las gabelas que impone cuando decide abrir las puertas del paraíso, al digamos, afortunado viajero.

Sólo las autoridades de la Isla justifican medidas tan arbitrarias. Sólo en el limitado espacio moral de este pequeño grupo de personas, cabe semejante barbaridad. Por supuesto que el punto en todas sus partes, no admite justificación de ninguna índole.

Se trata de un conjunto de medidas impuestas por mentes muy malévolas. Algo ideado para sostener un sistema muy injusto, contranatural y por supuesto, retorcido. Tanto como aquellos que lo impusieron y lo mantienen. Gente enferma y cruel.

Luego que el presidente heredero Raúl Castro hiciera mención de las medidas y prohibiciones absurdas que su administración retiraría, le queda pendiente un trabajo muy exhaustivo en relación con las draconianas regulaciones migratorias cubanas. El conjunto de las mismas es indefendible.

Pero el general presidente, no ha dicho esta boca es mía sobre el particular. Está preocupado por la oposición interna y por arreglar de mentiritas la economía. Vive al tanto de lo que sucede más allá de sus oficinas, casualmente orientadas al norte. Los yanquis y el norte parecen ser una obsesión, compartida por toda la banda.

Por lo pronto, digo y creo interpretar el sentir de muchos compatriotas, que la clase dirigente verdeolivo debía contemplar otra cláusula de salida definitiva (la última) que sustituya a la anterior. Me refiero a una que determine la salida definitiva del poder, del general presidente y del resto de la tropa inepta y mal intencionada que lo sostiene.

Este sería sin dudas el gesto más constructivo que podría hacer. Ciertamente nos haría muy felices.
Autor: Juan González Flebes (publicado en Cubamatinal)
Lugar: La Habana